lunes, 12 de noviembre de 2007

VISION, MEDITACIÓN Y ACCION

Por Sogyal Rimpoché

“Loor a mi Lama raíz en su compasión, guiando ilimitadamente a cada uno en su propio camino, Buda de Sabiduría (Jamyang) en su forma humana, cuya Comprensión (Khyen) y Amor (Tsé), liberan a todo el que lo encuentra”.

El Ven. Lama Sogyal Rimpoché, Lama encarnado, estudioso y maestro tibetano de meditación, fue formado por maestros budistas herederos del conocimiento y experiencia acumulados por mas de 2,500 años en forma ininterrumpida.

Fue criado como hijo por el gran Jamyang Khyentse Chökyi Lodrö en el Monasterio Dzongsar en Kham Derget, Tíbet. Es la reencarnación de Terton Sogyal, descubridor de los tesoros espirituales de Padmasambava, y es Lama y amigo personal del XIII Dalai Lama. Al descubrirse, éstos tesoros (termas), surcan vigorosamente el estancamiento espiritual y la frustración de la era, y aplican el Dharma a la época actual con habilidad y frescura.

La enseñanza de Sogyal Rimpoche es humorística, directa y a tono con el pensamiento occidental; ha establecido centros en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Australia, y ha enseñado extensivamente en Europa y Norteamérica.

Además de sus libros “Visión, Meditación y Acción”, el Best Seller “El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte”, “Destellos de Sabiduría”, y “Cara a Cara”, Rimpoché es autor de numerosos artículos sobre Meditación y Psicología Budista.


1. SURCANDO NUESTRAS FRUSTRACIONES

Los seguidores occidentales del camino espiritual son atraídos hacia las formas de vida orientales particularmente por la fascinación de la meditación. La meditación es muy poderosa, pero también es muy sutil. Se presentan muchas desilusiones y se dan muchas malas interpretaciones porque mucha gente ve al Budismo como algo exótico o lejano e imposible de relacionar con su vida cotidiana.

Alguna gente está bloqueada mentalmente a la meditación porque piensan que es algo espiritual, o hasta religioso, y que es solamente para personas que quieran convertirse en “santos” o “buenos”. Y por eso se descartan por completo.

Otros se sienten atraídos por la meditación, viéndola como a un estado de trance de la mente, en el cual todo es glorioso, extático y alucinante. Y se pierden en ello. Están aquellos que la ven formal y linealmente como a una disciplina mental muy rígida, y la convierten en un ejercicio casi militar. Y todavía otros, recurren a la meditación como un pasatiempo intelectual, entretenimiento, o apoyo emocional, pero sin involucrarse realmente.

El enfoque del Buda es la esencia de todas las vías espirituales. No está limitado a ninguna cultura o país en particular. Las enseñanzas del Buda tratan directamente con la frustración como la raíz de la insatisfacción e infelicidad de nuestras vidas. La frustración es una cosa muy sutil. Tratamos de escapar de ella de muchas maneras. Cuando somos infelices nos buscamos evasiones y distracciones. Pero si nos examinamos honestamente, vemos que la mayoría de nosotros nos hemos estado auto engañando siempre.

Samsara es la palabra en sánscrito que describe éste estado de constante sufrimiento. Significa ir y venir en un círculo vicioso. Esta es nuestra vida. Seguimos haciendo las mismas cosas, repitiendo los mismos errores una y otra vez. Es muy neurótico. Tememos experimentar el verdadero dolor, y hasta la verdadera felicidad. No queremos estar a solas con nosotros mismos.

En este estado de confusión no nos permitimos el tiempo o espacio para entender qué nos pasa. Nuestra mente está como un charco de agua lodosa y nosotros tratamos de aclararla revolviendo más!. Resultado: nuestras manos se cansan, y el agua se pone más lodosa. Trabajamos ocupándonos, haciendo esto o aquello, tratando de lograr algo, y sin lograr nunca nada. Y cuando vivimos en un gran disturbio emocional, el agua no solamente está lodosa, sino bullendo también.

Si solamente dejamos ser, dejamos asentarse los fangos de nuestra mente, gradualmente nos esclarecemos y curamos. Todos hemos experimentado esto en algún momento de nuestras vidas. Puedes darte cuenta de que cuando estás contemplando una hermosa puesta de sol, caminando por la playa, sentado quietamente en una montaña, pradera o bosque, escuchando música, o en la presencia de un gran maestro, repentinamente te entonas, estás en armonía.

En este momento aparece un pequeño claro entre las gruesas nubes de nuestra ilusión, y los rayos del sol resplandecen. Esto no es la realización total de nuestra naturaleza búdica, o la iluminación, sino una “probadita”, un centelleo, un chispazo, que nos llega de cuando en cuando. Pero se va antes de darnos cuenta. Si estás esperando que ocurra, nunca sucederá. Debemos por lo tanto aprender de estas situaciones.

¿Cómo podemos ampliar ese claro entre las nubes para que el sol pueda brillar más tiempo? Primero que nada, simplemente siéntate. Deja que las cosas se asienten por sí mismas. El agua lodosa de tu mente se tornará más clara y más quieta entre menos la revuelvas y manipules.

Nada hay de que apoderarse, nada por alcanzar. Ya estamos iluminados, pero no lo reconocemos. Somos Budas nublados -ésta es la ironía de nuestra frustración.

Todos tratamos de aprender de los gurús, de los maestros, de los libros y los discursos. Pero de hecho, la mejor enseñanza viene de aprender de nuestra confusión, comenzando con nuestra propia frustración. Y nadie mas puede hacer esto por nosotros.

Esto es lo que el Buda dio a entender cuando dijo: “Les he mostrado el camino a la liberación; el que lo sigan o no, depende de ustedes”.

Así, la raíz de esta continua frustración son nuestras propias codicia y apego que revuelven el fango. Si nos damos un poco de tiempo y la oportunidad de olvidarnos de lograr algo, comenzamos a probar nuestro ser natural. Esto es la meditación. Es un método de “soltar”, “dejar ir”.


La meditación es el relajamiento completo del cuerpo, la palabra y el pensamiento. Hay una simplicidad, un humor y una ordinariedad que la hacen casi mágica.

En un sentido, no se puede realmente hablar sobre la meditación. Pero se puede decir lo que no es. No es ni la muy forzada imposición de algo en la mente, ni el vagar en un estado de trance ensoñador. Son dos cosas: dejar ir y dejar ser. Debemos dejar asentarse y aclararse por ellos mismos, a los fangos de nuestras mentes neuróticas. La meditación no es solamente para que la gente tranquila mantenga su serenidad; en mucho es también para la gente loca y totalmente frustrada. Esta es la gente cuyas aguas están siempre lodosas y batidas.

En las aguas lodosas de la mente hay siempre nuevos elementos yendo y viniendo. Parte del fango está asentándose, y parte ascendiendo. Tú no lo notas pero siempre existe claridad en el agua sucia, que pasa desapercibida porque está inmanifiesta. El pasado se ha asentado, y el futuro aún no asciende. El presente se convierte en pasado, y el futuro en el presente. Es un proceso continuo. Existe un claro entre el pasado y el futuro, ligado y cercano, pero hay una malla cubriendo el presente. Es aquí donde la ilusión toma lugar, y el ego se posesiona.

2 LA MEDITACION, UNA BASE PARA MANTENER NUESTRO JUICIO

El Juicio Básico, es el estado de verdadera armonía con nosotros mismos. Nuestra Cordura Básica es lo que nos hace seres humanos; aun así, los humanos podemos ser más demoníacos que cualquier espíritu, porque estando sanos, utilizamos nuestro juicio de una manera insana, enfermiza.

Esto es el Samsara: usar nuestro Juicio de una manera enferma. Cuando estás en el Samsara no te das cuenta. No hay un reconocimiento del estado en que te encuentras. Es como un día completamente oscuro, y no puedes ver el sol en absoluto, ni siquiera puedes recordar lo que es el sol. Se siente como una situación “sin salida”.

Pero somos humanos porque somos inteligentes, aún cuando no siempre apliquemos la inteligencia. Cuando la utilizamos, estamos concientes del estado en que nos encontramos y comenzamos a trabajarlo. Recordamos como es el sol y podemos algunas veces sentir su calor. La inteligencia es la chispa de nuestro ser verdadero.

La iluminación es la experiencia total del sol. No hay oscuridad. No hay memoria porque es un estado de conciencia pura. Nada está obscurecido y por tanto a la memoria no es necesaria. Este es un estado verdaderamente libre, sin limitaciones de no estar.

¿Qué es lo que ha andado mal con nuestro Juicio? ¿Por qué se ha enfermado?, No le estamos dando una oportunidad. Simplemente no le damos el tiempo o el espacio. Cuando estamos completamente relajados, no solo el relajamiento sensual, sino en cuerpo, palabra y pensamiento, entonces experimentamos nuestro Juicio Básico. Un ser en completa armonía.

Este es el estado del pensamiento completamente libre. Pensamiento sin esfuerzo, claro, preciso, poderoso y humorístico, Cuando te puedes relacionar con todo y, lo que es más importante, contigo mismo.

Pero no le hemos dado la oportunidad. Siempre hay algo más que nos encontramos haciendo, siempre -por supuesto- hay un “después”. Y hasta creemos que estamos haciendo todo por nuestra felicidad, por el bien de nuestras vidas, en nuestras trivialidades, esquemas y atajos. En realidad estamos siempre corriendo alrededor del mismo punto. No solamente esto es un auto-engaño, sino que es muy agotador

La forma de vida enferma es muy hipnótica, seductora y mecánica. Nos ha cogido por completo. Esta es la naturaleza del Samsara. No siempre implica sufrimiento intenso o dolor paralizante, pero sí es continuo. Algunas veces es mucha bulla por nada, en forma de melodrama pesado, como paseando en un carrusel de tiempo infinito. Moviéndose siempre pero sin ir a ninguna parte.

En el Samsara hay un traslape constante de eventos y situaciones. Nada parece verdaderamente distinto de ninguna otra cosa. Es tan rápido y tan constante nuestro estilo de vida, que no hay un claro. Todas las experiencias aisladas de nuestra vida diaria parecen entorpecerse y atropellarse unas con otras.

Aún cuando permanecemos quietos físicamente, o nos sentamos y nos contenemos de hablar, nuestros pensamientos están cuchicheando siempre, constantemente. No hay espacio, no hay silencio. Siempre ocupados .....

El ego quiere siempre llenar cualquier claro, hacerlo sólido y permanente. Así es como asegura su terreno, como declara su territorio.

Pero al momento de haber una experiencia desnuda, o un claro, no hay ego. Este es sacudido y enviado fuera de nuestra existencia. No tiene territorio, y es que, de hecho, el ego jamás existe en realidad. Nuestro mayor engaño es nuestro sentido samsárico del ego.

Desafortunadamente no vemos que estamos perdiendo nuestro tiempo y energía, pero de vez en cuando, nuestro Juicio Básico, nuestro ser verdadero, se revela un poco y dice: ¡Despierta! ¡También yo estoy aquí, hay otro camino!”.

Nuestro Juicio Básico está siempre ahí. Desde el mismo principio somos seres totalmente despiertos, pero no lo dejamos que ocurra. El sol está brillando siempre, pero no podemos verlo a través de las gruesas nubes porque no existe un claro entre ellas. Somos Budas nublados.

Pero esto no es totalmente desesperado. Desde éste mismo momento y en adelante, podemos aliviarnos gradualmente, poco a poco, si tan sólo nos damos el tiempo.

Nuestra primera “decepción” consiste en que hay un esfuerzo en la meditación. La meditación no es un estado especial de juicio, sino solamente dejar ir, dejar ser, y ceder al tratar. No es no hacer, no es no hablar, tampoco es no tener pensamientos. Solamente es la “talidad”, solamente “eso”.

3 INTELECTUALES LOCOS Y MEDITADORES TONTOS

Toda la tarea de la meditación es despertarnos. De cualquier forma estamos dormidos por el momento. Nuestras vidas están compuestas por tres tipos de estados de sueño. Primero, el sueño ordinario que experimentamos por las noches. Segundo, nuestra vida cotidiana ordinaria, que constituye un acto de dormir. Tercero, todas nuestras vidas pasadas forman un sueño todavía más grande. Todo suma un Gran Sueño.

Todos llevamos en nuestro interior la habilidad innata de despertar. Esto no puede deducirse intelectualmente, pero puede sentirse intuitivamente. Nos llegan destellos de esta verdad de vez en cuando.

Cuando despertamos de nuestro gran sueño, estamos totalmente abiertos. La palabra tibetana para Buda es Sangye: Sang = despierto, Gye = totalmente abierto.

Existen dos grandes malentendidos sobre como meditar. Una idea sostenida por mucha gente es que todo lo necesario para meditar es simplemente sentarse. Esperan a que una mañana ELLO aparezca repentinamente en su interior. Si en realidad fuera tan sencillo, ahora todos serían Budas. Su actitud es como la de alguien sentado en un cuarto iluminado con los ojos cerrados, creyendo que el cuarto es obscuro. Esto es tonto. Lo que hace falta es la Visión en la meditación.

El otro malentendido sobre la meditación es el estilo del intelectual loco. Esta es una enfermedad común de muchos occidentales. Ponemos mucho énfasis en el pensamiento analítico lineal y en la intelectualización para el propio provecho. Podemos de hecho ser tan inteligentes que perdemos por completo el punto de la meditación.

Pensamos mucho en conceptos. En primera instancia nuestro pensamiento es puro y fluido, pero después de ese primer momento nuestro pensamiento comienza a atorarse, a dar vueltas para llenar espacio. Los conceptos dejan rastro y crean territorio. Generan una falsa inteligencia.

La verdadera inteligencia, nuestra conciencia interna es la vez tanto intuitiva como racional. Pero en nuestra sociedad analítica sumergimos totalmente a esta inteligencia en el concepto. Tal aproximación a la meditación puede ser un pasatiempo intelectual, un espacioso viaje para la cabeza, o un estremecimiento barato que sólo revuelve más los lodos del pensamiento en lugar de dejarlos asentarse.

De nuevo: hace falta la visión de la meditación.

Ni el meditador tonto, ni el intelectual loco, poseen una aproximación adecuada a la meditación. Antes de poder practicar la meditación es necesario desechar las fantasías e ilusiones que sobre de ella tenemos y, a un nivel mas sutil, hasta las instrucciones, pues éstas son también solamente conceptos.

Este desprendimiento gradual de los engaños e ilusiones no se logra simplemente por la meditación. Son también esenciales la sabiduría y los métodos habilidosos. La sabiduría es nuestra inteligencia natural, nuestro sentido común despejado de conceptos. Los métodos habilidosos son la eficiencia y la economía en las acciones. Actuar en el lugar correcto, en el tiempo correcto, y de la manera correcta. Poseer sabiduría y no utilizarla hábilmente, es como un pájaro con un sola ala: no puede volar.

Aún cuando éste pájaro tenga estas dos alas de la sabiduría y las maneras hábiles que le dan el potencial para volar, no sabe como hacerlo. Requiere ser guiado por un Maestro, Gurú o Lama, para que ello ocurra verdaderamente.

Es a través del Maestro o Lama que la Visión es transmitida en una situación vivencial. Después de ésta transmisión, el estudiante puede comenzar a trabajar por sí mismo en su propio desarrollo a través del proceso de meditación.

El Lama o Gurú es un espejo que refleja la naturaleza de Buda. Nos pone cara a cara con la naturaleza Búdica y en consecuencia, nos posibilita para reconocer éste reflejo (el Lama) como al pensamiento.

En la situación humana, la única forma de comunicar nuestra naturaleza mental innata, es mente a mente, o inteligencia a inteligencia. Ningún otro recurso es completo.




4 LA VISION EN LA MEDITACION

El que la naturaleza Búdica de nuestra mente sea precisa, clara y poderosa, no significa que podamos actuar de ésta forma en cualquier momento. Está presente pero no se manifiesta. Somos budas nublados.

Al principio tenemos que trabajar nuestro mundo relativo y dualista. Esta es nuestra mente samsárica nublada, pero debemos aceptarla y respetarla, porque desde ahí debemos comenzar.

La visión de la meditación es la inteligencia natural que ve a nuestra naturaleza Búdica y a nuestra mente ordinaria en un mismo nivel. La compasión es la actividad de ésta inteligencia.

Sin la Visión, cualquier meditación que hagamos será, o tonta, o loca.

La naturaleza Búdica está totalmente desnuda y desprovista de toda pretensión. Pero no es solamente un estado vacío, de inactividad; es un espacio ilimitado, infinito. En él se contiene todo lo que existe y lo que no existe, Samsara y Nirvana. Es la base de toda posibilidad.

En este estado despierto de no-estado todo es igual. No hay mal que abatir, ni bien que exaltar. Todas las contradicciones, confusiones e ironías se armonizan.

Por el momento, o no vemos en absoluto y nos perdemos de todo, o entonces observamos con tal minuciosidad, que nos abrumamos con los detalles. Algunas veces pescamos un destello, un vislumbre de la naturaleza de nuestro Buda: pero al ser barridos por nuestra confusión no podemos sostener continuidad alguna.

Y caemos entonces en nuestra visión samsárica, en la cual confundimos nuestra naturaleza relativa manifestada, por nuestra naturaleza verdadera. Esto es causado por la ambición, por el apego a los fenómenos aparentes como si éstos fueran reales. Esta es la Gran Broma. Porque es una gran ironía el cómo nuestras acciones aparentes están desvinculadas por completo de nuestro verdadero ser. Es tan fútil.

Nada más no funciona. Y uno puede ser tan vivo o tan tonto como para siquiera darse cuenta.

Preguntarse cuando y como comenzamos todo esto, es el perder el tiempo. Y la vida es corta y preciosa. Cuando le preguntaron esto al Buda, el respondió con la historia de la flecha. Un hombre está seriamente herido por una flecha. ¿Será mejor ir a él y preguntarle quién disparó la flecha, de que dirección venía, cuánto hace que pasó, o si tiene un seguro de vida? ¿O será mejor sacarle la flecha de inmediato y aplicarle medicamentos que lo curen?

Entonces, la Visión tiene dos aspectos: ver la naturaleza fundamental de las cosas como Shunyata o Vacuidad, y la apariencia de las cosas como relativa. La verdadera Vacuidad es la “Talidad” o “Cualidad” de lo aparente y lo fundamental.

Forma es Vacuidad, Vacuidad es Forma; la Vacuidad no difiere de la Forma, la Forma no difiere de la Vacuidad; sea lo que sea Forma, eso es Vacuidad, sea lo que sea Vacuidad, eso es Forma. Es la verdad misma de todos los fenómenos.

Vacuidad, como término, no transmite el verdadero sentido de Shunyata (Tongpanyid en tibetano). Describir cosas relativas como “vacuo”, significa que no poseen verdadera identidad inherente o existencia sólida. En la Meditación, al dejar ir, mas bien que retener, es cuando se aproxima más a esa “talidad”, al poner en practica la “vacuidad”. Al momento en que todo es dejar ir, eso es Vacuidad. Shunyata es Vacuidad ilimitada y creativa. Un estado de no-estado de potencialidad total.

Cualquier acción ejecutada con ésta conciencia es compasiva.

Hay dos formas de hacer una balanza. Una es poner pesos iguales en ambos lados. La otra es quitar todo el peso de ambos lados. Este es el “balance Vacío” de Shunyata, el equilibrio entre lo aparente y lo real. No hay donador, no hay regalo, y no hay receptor. Todos son uno y son ninguno.

5 COMO MEDITAR VERDADERAMENTE (“Gom pa”)

La mejor hora es en la mañana, al despertar. A esta hora se acaba de salir del estado de somnolencia, pero todavía no se inicia la diaria rutina. Se presenta un claro natural, y es una oportunidad excelente.

A esta hora existen también dos peligros posibles. Primero, no estar totalmente despierto, y entonces la meditación se convierte en una continuación del sueño. Lo mejor es despertarse antes muy bien, lavándose la cara por ejemplo, o haciendo algunas respiraciones. El segundo peligro consiste en que los sueños de la noche dejan una inercia por la mañana. Nuevamente, lo mejor es despertar completamente antes de comenzar.

Para algunas personas se dificulta mucho relajarse cuando están preocupadas pensando en relajarse. Entonces, cada vez que logren sentirse relajadas naturalmente, deberán utilizar ésta situación hábilmente extendiéndola lo más posible.

Deja un tiempo y un espacio para sentarte. Puedes sentarte por una hora, y que la meditación venga tal vez por solo unos minutos. Al principio no lo intentes mucho rato; tal vez unos 20 minutos; luego aumenta gradualmente cinco minutos cada vez, La actitud adecuada para sentarse a meditar será relajada, humorísticamente alerta. No te pongas muy serio o solemne.

Debes sentarte con la espalda recta. Esto también ayuda para una armonía mental, puesto que permite un flujo armonioso de energía en el sistema nervioso. Respira normalmente. No existe una respiración especial. Si lo encuentras útil, observa tu respiración, o utiliza un objeto como foco de meditación. Puedes tener los ojos abiertos o cerrados, según te sea más conveniente.

Lo ideal es sentarse en posición de loto o medio loto, pero si no estás acostumbrado, ésta forma de sentarte se puede convertir en una molesta distracción, más que en una ayuda durante la meditación.

A manera de entrenamiento podrías tratar de sentarte en ésta posición mientras estás tomando el té, escuchando música o viendo televisión. Los yoguis de la India y los Lamas Tibetanos no nacieron en esta posición, crecieron en ella. Siéntate por lo menos en una postura cómoda, con la espalda recta.

Al sentarse a meditar se dan dos fases: la primera es simplemente sentarse a adquirir Zhiné, el estado de quedar en paz. Comienza con un sentido de apertura y luego comparte mentalmente tu meditación con todos los seres. Invita la presencia de los Lamas y Budas a añadir calidez a la meditación, y disuelve bloqueos emocionales.

No existe una técnica verdadera, ni programa o instrucciones de meditación. Tienes que dejarlo ocurrir naturalmente, pero debe haber disciplina para crear la atmósfera y el medio para que se dé ésta espontaneidad. Un gran maestro de la meditación del siglo XIX, Patrul Rimpoché, lo resumió diciendo: “ Hay tres cosas que debes tener: una mente que permanezca donde esta el cuerpo; un cuerpo que permanezca en el lugar adecuado; y, una mente que more en un estado de relajación.”

El Samsara es causado por nuestro apego y, ya que te inicias en el sendero espiritual -y aquí, el que se renuncie a todo apego es un precepto muy elevado-, deberás por lo menos no apegarte a la meditación.

Solamente deja ir. Permanece completamente abierto. Crea un espacio interior. Como tú eres, como es, permanece naturalmente.

Cuando te des cuenta de que estás un tanto relajado, deberás alertarte ligeramente y afinar tu conciencia. Endereza tu espalda, y entonces simplemente déjate ir. Esta es la segunda fase.

Hay experiencias que pudieran atraparte. Puedes sentirte muy lúcido, o inmerso en éxtasis. No te apegues a las experiencias volviéndote adicto a ellas, pues podrías experimentar un estado de estancamiento oscuro y pesado. Ponte alerta. Pueden ocurrir todo tipo de experiencias, así que no pienses que tú eres especial. “Aún para un Yogui, las experiencias no tienen fin”.

Al finalizar tu práctica, ofrenda tu meditación para beneficio de todos los seres sintientes.
Todos ustedes esperan tener resultados, pero puede pasar mucho tiempo antes de que se puedan ver los verdaderos resultados de la meditación. Entonces ocurrirán muy naturalmente (de todos modos a ti no te preocupará) y no de una manera espectacular –como viaje astral, levitación o control de los pulsos, todos los cuales son solamente accesorios de lujo. Cuando nos iniciamos en un camino espiritual, hasta ésas cosas pueden convertirse en una ambición, una lucha, o un juego de perfección. Todas las actividades correctas pueden volverse mecánicas y un juego.

6 PERMANENCIA, CAMBIO Y CONCIENCIA ( “Ne ju rig sum”)

La razón por la cual nos resulta difícil meditar, es porque nos distraemos, y esto pasa porque no nos relajamos.

La meditación no es esforzarse, es simplemente ser. Aprende a ser y dejar que las cosas pasen, más que manipularlas o abandonarse a ellas. Las personas bulliciosas, ocupadas, no pueden sentarse y relajarse, y las personas flojas, pasivas, no pueden actuar.

La dificultad con los estados de permanencia y cambio, es que cuando estás en permanencia y viene el cambio, no sabes que hacer con él. Normalmente nos disociamos del cambio o pensamiento. Hay un pensamiento, un pensador separado, y el proceso de pensar. Es en esta separatividad que aparece la confusión.

Debemos evitar la aprehensión, que es el intento de congelar o capturar el momento con la esperanza de que siga siendo el mismo. Cuando eres aprehensivo no estás viviendo el presente.

Si fluimos con el cambio sin tratar de retenerlo, asirlo, o defendernos contra de él, no hay problema. Pero nos atascamos en uno u otro estado y no podemos referir su opuesto. En la permanencia no podemos enfrentar el cambio y viceversa.

Vemos la permanencia y el cambio como dos realidades diferentes, dos realidades universales, con una transición dolorosa de una a la otra. De hecho, solamente están separadas en nuestra mente samsárica obscurecida, aletargada.

Si observas cuidadosamente, en la permanencia hay un flujo de movimiento: y en el flujo de movimiento hay permanencia.

Estas afirmaciones parecen paradójicas. Nos parece difícil entenderlas porque nuestra mente occidental analítica funciona a un solo nivel, linealmente, y con una sola cosa a la vez. No nos damos cuenta de que cuando un estado es aparente y manifiesto, el otro estado está presente. Pero de una manera no manifiesta, no aparente.

Por ejemplo, una roca está quieta, pero a un nivel atómico sus electrones se están moviendo a la velocidad de la luz. Y mientras que la flama de una vela está moviéndose, parece quieta. La solución a la paradoja está en comprender la naturaleza de la simultaneidad.

La palabra tibetana Zhiné, significa quedar en paz. La mente está en reposo aunque fluyendo. En este estado de Zhiné podrás experimentar la brecha o claro entre el pensamiento pasado y el futuro. El pasado ya se fue y el futuro no ha llegado. Lo importante es no agarrarse de esta brecha para saborearla, para tratar de prolongarla. Aquí está otra paradoja. Tan pronto como tomas conciencia de este claro, éste ya se ha ido.

Este claro es una probadita de una nueva dimensión. Es un puente de verdad, un canal a nuestra naturaleza Búdica. Es tiempo presente, o podríamos llamarlo, tiempo sin tiempo.

Pero cuando llega el cambio no podemos enfrentarlo y el claro desaparece. ¿Y que hacemos?. Simplemente dejar fluir el cambio. Si no estás tenso, el cambio no causará impacto o perturbación.

En ese claro momentáneo el ego está hambriento, y cuando el cambio viene, aprisiona el alimento de fenómenos aparentes. El ego no puede vivir en el claro. Entonces lo tapa, estirando el pasado hacia el futuro, encubriendo así el presente, creando la ilusión de una realidad permanente como su propio territorio.

Haz la transición de permanencia al cambio más y más suave. Ponle menos y menos atención al cambio como un estado separado.

Siéntate más y más, y el claro vendrá con mayor frecuencia, y durará cada vez más. El claro es el espacio entre nuestros pensamientos. Se expande por sí mismo sin esfuerzo.

El cambio no es dañino ni útil al estado de permanencia. Piensa en el océano. Tanto las olas como la quietud son parte de él. El pensamiento de que el cambio perturba la permanencia no es sino una broma.

Al principio es muy difícil fluir con el cambio. Simplemente déjalo que pase. Hay energía en la permanencia. Déjala fluir sin suprimirla o manipularla.

Cuando no te relajas al sentarte, las distracciones te invaden. Esperas a que todo se torne tranquilo y silencioso automáticamente. Pero esto no sucede. Hay ruidos en la calle, voces en el cuarto contiguo, y cuchicheo intelectual en tu mente. Ves éstos fenómenos como intrusiones, como interrupciones a tu meditación. Suena el teléfono, alguien baraja las cartas...

Te tornas irritable y te perturbas. Te vuelves tan vulnerable.

Olvídate de tratar de conseguir la perfección en la meditación y por lo tanto olvídate también de molestarte si no lo consigues. Métete en el ruido en vez de oponerte a él. Si te conviertes en el cambio, entonces no hay separación.

Rigpa es la conciencia natural que reconoce los estados de cambio y permanencia en tu mente. No se trata de la tensa conciencia intelectual que genera conceptos. Es solamente dejar que el flujo natural de la mente ocurra. Entonces, al reconocer que se pone tensa y agarrosa, déjala fluir de nuevo.

Así es que nos tenemos que sentar mucho y aprender a relajarnos. Entonces nos liberaremos del apego. Por el momento es como si fuéramos montando el caballo loco sin riendas de los fenómenos externos. Resultamos revolcados.

7 LA VISION EN LA ACCION

Aplicar la meditación en la vida diaria no es fácil. No existe una técnica especial. Tiene que desarrollarse naturalmente. Pero podemos empezar por aplicar las seis actividades del Buda en la práctica de la meditación.

La generosidad te está dando el tiempo y el espacio para sentarte, sin estar esperanzado, sin esperar resultados. Si tienes ésta actitud, y creas ésta generosidad ambiental, por lo menos estás dando la oportunidad de que ocurra. Recuerda que la caridad comienza en casa.

El esfuerzo inicial para sentarse es la disciplina. Mantener mente y cuerpo juntos en su lugar. Un involucramiento total. El esfuerzo inicial debe preceder al esfuerzo sin esfuerzo.

La paciencia es esencial para superar el aburrimiento y el esfuerzo de sentarte. También te previene de apegarte a cualquier experiencia de lucidez o deleite. Sé paciente aún cuando la novedad de la meditación haya pasado, cuando no ocurra nada. Aún cuando la impaciencia no ocurra tampoco.

La perseverancia en la meditación es hacer el esfuerzo de sentarse superando la flojera, hasta que no haya esfuerzo.

La concentración es estar alerta y conciente durante la meditación. No quedarse dormido, o caer en el cuchicheo mental-intelectual sobre la meditación.

La sabiduría es la expresión de nuestra inteligencia natural. Significa escuchar y aprender de la enseñanza de la meditación con una mente abierta. Tomar una probadita, dejarla hundirse, y entonces olvidarse de la meditación.

Por el momento solamente imitamos estas actividades del Buda a nuestro modo. Hacemos malas copias de ellas. Pero por lo menos son copias.

Pero si meditas simplemente, pensando que la iluminación está muy lejos y la Visión es inalcanzable, y pasas el tiempo tratando de ayudar a otros mientras sigues confundido tú mismo, esto se llama perder la Visión en la Acción.

Cuando piensas que andas tan alto que no tienes que meditar, y te vuelves
desdeñoso del Karma, de las realidades cotidianas y del ayudar a otros, esto se llama perder la Acción de la Visión.

Debes tener cierta comprensión inicial de la iluminación, de tu verdadera
naturaleza; cierta visión de la Visión. Como dijo Padmasambhava: “A pesar de ser mi visión tan vasta como el cielo, mis acciones son tan diminutas como partículas de harina”.

Con frecuencia la gente se acerca a las prácticas espirituales sin continuidad. Vienen y se van, vienen y se van. Esto significa que la persona sigue siendo la persona, y el maestro sigue siendo el maestro. Hay toda una brecha entre la práctica y su aplicación. No hay una comunicación real. Y esto es frustrante para el maestro y para el estudiante.

Tú no cambias. El Dharma es Dharma, el maestro es maestro, y ésta situación puede seguir por mucho tiempo. Estás más ciego y obstinado que nunca.

Los ingleses se distinguen por ser reservados, cautos y razonables. Si se aplican estas características a la espiritualidad, no llevan a ninguna parte.

Así que resulta esencial verlo con seriedad y decidir si verdaderamente quieres entregarte o no. De otra manera solamente seguirás engañándote reiteradamente.

La vida es muy corta; así que sé honesto contigo mismo y no pierdas el tiempo. Si eres muy correcto, muy razonable, muy cauto, ello se convertirá en un “apego caballeroso”: Toda esta urbanidad y cortesía en el Dharma hace de tu participación solamente un coqueteo, un “flirteo”. Tienes miedo de perderte a ti mismo. Por fuera pareces estar tranquilo, pero por dentro estás revuelto.

Así que no estás siendo honesto o cortés comprando y recolectando cuantas técnicas y enseñanzas diferentes puedes. Tratas el Dharma tan solo como una credencial por adquirir. Este es el Dharma samsárico. Métete en una enseñanza, sufre y abúrrete con ella. Toma una probada completa, y ve si es o no es para ti. Aún después de haber pasado la pasado la novedad, mantén cierta continuidad.

Arréglatelas con lo que está en tu plato. No pidas más ni comas de más hasta que hayas digerido lo que se te ha dado. Si comes solo por comer, estás como el pichón que se la pasa toda la noche haciendo su nido, y aún no se ha ido a dormir, cuando ya salió el sol.



Debes aplicar el Dharma no sólo en tu mente, sino en tu corazón. Si el Dharma
no se aplica en todo tu ser, entonces estás siendo hipócrita. Lo usas para justificar todo lo que haces. Este es el Dharma samsárico. Hasta el Dharma –el conjunto de enseñanzas que sustentan y demuestran la manera correcta de vivir comprendiendo la mente- puede ser pervertido y servir a fines samsáricos.

La gente pregunta con frecuencia: “¿Cómo se comporta un ser iluminado?” o “¿Cómo pones la meditación en acción?”. No es como si estuviéramos en una escena de Kung-Fu en cámara lenta todo el tiempo. No es lavar los trastes y que las burbujas del jabón te lleven; tampoco es pronunciando frases pseudo-profundas.

Los grandes maestros son muy ordinarios. Tan ordinarios que están detrás de ti. Pasan desapercibidos. No parecen ser nada especial. Pero en realidad son demasiado sutiles, demasiado directos para ti.

Cuando la meditación se convierte en una cosa verdadera, simplemente hazlo. No tienes que pasar por todo lo que se te ha enseñado sobre ella. Se expresa naturalmente a través de nuestros actos cotidianos. Se convierte en un esfuerzo sin esfuerzo. Entonces, hasta los quehaceres domésticos más aburridos se convierten en meditación. Concientemente no necesitas como muletas la generosidad, la paciencia, y las demás actividades del Buda.

Cuando te atasques, aclara tus ilusiones. Medita. Repite el proceso una y otra vez. Es por esto que en el Ngöndro –los preliminares a la práctica tántrica- tienes que repetir cada práctica cien mil veces. Esto no es un castigo de los Gurús, sino para darte cien mil oportunidades de iluminación. Aún así, con tantas oportunidades, no hay un resultado garantizado. Pero si verdaderamente aplicas el Dharma en tu corazón entonces el “meditador podrá dejar la meditación, pero la meditación no dejará al meditador”.


Traducción realizada por el Centro de Estudios Budistas Yeshe Nyingpo
De la Asociación Macrobiótica de Ensenada, AC con la colaboración de
Gemma Rodríguez M.

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