lunes, 12 de noviembre de 2007

TRABAJANDO CON LAS EMOCIONES

Por SOGYAL RIMPOCHE


Conferencia pública en el Trinity College,
Dublín, Irlanda
Fin de semana de San Patricio 1987



TRABAJANDO CON LAS EMOCIONES. Sogyal Rimpoché.

Mi comprensión personal del concepto emoción es: E-MOCION; E= energía, MOCIÓN= movimiento, esto es, energía en movimiento; si usted quiere detenerla, obtiene una inundación. Las más de las veces tratamos de suprimir las emociones o las exageramos, y nos recreamos en ellas. De cualquier forma que lo hagamos, originamos más problemas, sin resolver verdaderamente ninguno. Necesitamos encontrar una centralidad, un punto de referencia, la salud mental. Y esto es lo que significa en realidad el enfoque meditativo: como conectarse con uno mismo. Cuando surgen las emociones, generalmente nuestro camino es, o intentar comprenderlas, o resolverlas. Sin embargo, no es la manifestación de las emociones lo que resulta frecuentemente problemático, sino el sujeto que las experimenta; lo que necesitamos, es entender mejor al proyector que a las proyecciones. Es por eso que primero se necesita obtener la centralidad, la serenidad, la conexión.

Por ejemplo, cuando usted comienza con la práctica de la meditación, es importante tratarse amablemente a uno mismo. Con demasiada frecuencia tendemos a presionarnos con todo tipo de expectativas y demandas acerca de lo que es bueno y lo que es malo, de lo que uno debe y no debe hacer. Y al final, y de cualquier manera, no resultan nunca como quisiéramos. Muchas veces estas presiones –morales, culturales o religiosas-, terminan realmente agobiándonos.
El hombre moderno es fundamentalmente una persona agotada; abrumada con toda la información de cómo trabajar con las emociones, de cómo hacer esto y lo otro. En verdad que necesitamos de un respiro, que necesitamos tomar un descanso de todo esto y hacer un paréntesis, un reposo profundo, calladamente y en paz.

¿Cómo se puede reposar en uno mismo? Siendo como somos, simplemente como somos. El cuerpo tal como es, inmóvil como una montaña. El habla en silencio, al flujo natural del aliento. La mente en su propio estado natural. La montaña no está rígida, está más bien bastante cómoda; sólida, majestuosa y profunda. Lo que llamamos aliento, el Prana, es en mucho el flujo mismo de la energía. Cuando estamos emocionados, respiramos más rápido. La respiración es el barómetro del estado emocional. Mantenga su boca ligeramente abierta como si fuera a decir “Aaah”… y respire naturalmente; nada de manera especial. Dejando a la mente en su propio estado natural, como un lago tranquilo no rizado por el viento. Calladamente se está sentado. Sin nada que hacer, sin nada que lograr ni obtener.

La verdadera meditación sucede cuando uno se toma un descanso –incluso de la religión- para encontrar al Dios verdadero, o al verdadero Buda. Solamente en la pureza del ser natural se puede alcanzar tal estado de ser. Cuando hacemos la práctica espiritual, con demasiada frecuencia tendemos a quedarnos atorados en la técnica, en la tecnología de la práctica. Esto sucede en particular cuando uno no está seguro; entonces se enreda uno en la técnica, en vez de solo abocarse al verdadero asunto, que es, simplemente, ser. En esta inseguridad, se vuelve uno más fanático y se refugia en las prácticas.

La práctica es sólo una forma de acostumbrarse a nuestra naturaleza. La práctica es tan sólo un procesionario que llega hasta nuestra verdadera naturaleza. La técnica es sólo un medio hábil de llegar a la sabiduría. De suerte tal que al principio, justo al mero principio, es importante dejarlo todo, tomarse un verdadero descanso, y, calladamente, ser, sin técnica alguna, sin noción alguna, incluso sin la idea de que se está meditando.

El punto principal en la enseñanza del Buda es que todos tenemos una “Naturaleza Búdica”, el potencial despierto, iluminado. De hecho, la mayor contribución que hizo el Buda Shakyamuni, fue el que un ser humano como nosotros manifestó ese potencial Búdico. A través de la historia han habido muchos grandes profetas, grandes maestros todos que tenían una mensaje especial; el mensaje del Buda fue el que un hombre puede trascender, el que un hombre tiene el potencial de trascendencia, el potencial Búdico, el que podemos despertar, iluminarnos, tal y como el mismo lo hizo.

Cuando despertó, se percató de que todos compartimos el potencial Búdico. Como ya se tiene ese potencial, como ya está allí, lo único que hay que hacer es confiar tranquilamente en eso. Simplemente ser. Eso es la meditación. En lugar de sólo tratar de hacer –que es lo que crea más confusión- simplemente se es. Como en el ejemplo del cielo cuya naturaleza es la claridad, y que está temporalmente obscurecido por las nubes, esperamos lo mejor, y aguardamos a que las nubes se disipen. Sin manipular el clima, sin añadir más nubes, simplemente se está, permitiendo a todo disolverse. Todo es cuestión de encontrar nuestro propio centro.

Al principio puede ayudar el cerrar los ojos y exhalar tranquilamente todas las tensiones; respire calladamente y considere que se van. Luego, descanse satisfecho en su propio centro -su lugar más cómodo. Todos tenemos un lugar cómodo –o Amor, como quiera usted llamarlo. Descienda y descanse en su propio sitio cómodo (Rimpoché se toca el pecho). Descanse en su propio amor, colóquese calladamente, cierre sus ojos, póngase en contacto con usted mismo. Tenemos bastante amor en nosotros y necesitamos estar en contacto con él. La meditación es en verdad el descubrimiento de ese amor propio. No es un amor egoísta, sino un amor que es el origen de la compasión.

En ocasiones, cuando se encuentre usted algo nervioso, endurecido, obstinado, es bueno tocarse un poco (Rimpoché frota su pecho). Si usted se suaviza un poco y está calladamente –y aquí no hablo de cosas melosas, sino de tocarse usted agradablemente. Tóquese calladamente, y permanezca así sentado. Cuando hace esto, se exhala un aliento especial, como cuando uno reposa tranquilamente; de repente se siente un gran alivio –éste brota y se siente uno aliviado.

Cuando llega a ese estado y quiere profundizar el estado meditativo, puede evocar o utilizar un método de meditación, como vigilar el aliento, o enfocarse en un objeto inspirador.
La naturaleza es muy bondadosa; ver hacia el cielo puede producir un gran esparcimiento; contemplar la naturaleza lo libera a uno -como el mirar un arroyo que fluye libre, o escuchar al viento que sopla entre el follaje.

Muchas personas quisieran desarrollar poderes especiales, como la clarividencia o leer la mente de otras personas. Hay una forma especial de aprender esto en las prácticas Dzogchen, a través de estudiar la Naturaleza. Se visitan cascadas y volcanes, y se viven terremotos, para aprender los elementos. Cuando se conocen bien su sonido y estado naturales, entonces se comienza a comprender en verdad a la mente y a las personas. Es chistoso, pero a menudo, cuando uno trata de lograr algo, no puede, pero cuando se hace la práctica correcta, aun sin pretenderlo, uno lo logra. A este respecto, con tan sólo mirar al cielo y escuchar el sonido del agua, se puede obtener una amplitud, se puede tocar a la Naturaleza. Si quiere entrar en contacto con la Naturaleza, entonces la forma correcta no es estando en la Naturaleza, sino estando con la Naturaleza. Cuando haga esto, se abrirá en usted la Naturaleza (de todo). Esto sucede porque en nuestro cuerpo existen todos los elementos (tierra, agua, fuego, aire y espacio, etc.); de hecho, en el Budismo tántrico hablamos de las diferentes madres, las diferentes Budas femeninas como si fueran elementos, y de las distintas emociones negativas –cuando han sido purificadas- como sabiduría. Cuando estos elementos son purificados, podemos en verdad empezar a comprender a la Naturaleza en nuestro propio cuerpo, en nuestra propia salud.

El punto principal es simplemente mirar al cielo, en especial un cielo claro, pero si esto no es posible, es suficiente con uno nublado o inclusive con una buena fotografía (sobre todo si el clima permanece malo por largo tiempo pues así nos recordamos que sí existe un cielo despejado); busque la centralidad, el espacio particular de la meditación.

Con frecuencia se piensa que la meditación es un estado muy especial. No es eso. En realidad la meditación es una forma de llegar al verdadero ser. De hecho, cuando uno llega a ese estado, uno es más ordinario, más real. Es tan ordinario que en verdad resulta extraordinario. ¿No se han dado cuenta de que cuando se está a tono, sintonizado, se es más claro, más sensitivo, se entienden mejor las cosas, como si se supiera todo por un momento? Cuando no se está en contacto, incluso las cosas que se sabían ya no se saben más. Con las emociones es muy importante estar en contacto.

Comúnmente tratamos de obtener este tipo de nutrimento a través del amor en las relaciones humanas, de la satisfacción en el trabajo, de la creatividad. Entonces, cuando uno se siente como que lo tiraron a la basura, el abrazo de un amigo o una sola palabra amable, despiertan en uno esa conexión, esa confianza en uno mismo. Lo mismo puede lograrse a través de la meditación. Desgraciadamente, cuando más necesidad tenemos, es frecuente que nuestros amigos no estén, o que ellos también tengan problemas, o sean ellos los que más necesitan de un abrazo, de modo tal que uno no sabe quién debe tomar primero la iniciativa, y así ninguno de los dos recibe ese abrazo. Pero el punto principal es estar en contacto.

Tan sólo hay que estar en paz. En Dzogchen llamamos a la mente Kungay Gyalpo (Rey de Todo). Hay todo un Tantra en el Dzogchen basado en esto, en que la mente es el verdadero amo. Tanto el cuerpo como la palabra están subordinados a la mente. De hecho, es ésta la que crea la felicidad y el sufrimiento.

Todo depende de cómo percibe la mente. Si la mente percibe algo como feliz, entonces está feliz. Igualmente, si percibe algo como desagradable, está en desagrado. Entonces, la forma en que se percibe la realidad es lo que determina el cómo se encuentra. Si usted está en dominio de su percepción, entonces está en control. Por supuesto que esto no significa que no se tengan dificultades. Están llegarán por igual al practicante que al no practicante. Lo que resulta liberador es la actitud y la forma en que se maneja la percepción.

Claro que cualquiera puede decir: “todo es mente”. Podríamos tener una larga discusión filosófica acerca de los pros y contras, y concluir eventualmente que todo es mente. La felicidad es mente, pero eso no es suficiente. Uno debe tenerlo todo como experiencia propia; debe darse cuenta a través de la propia práctica.

Es bastante extraño que necesitemos saber tantas cosas para ser un principiante, nada más para comenzar. Debemos aprender viviendo a través de nuestras propias experiencias. Cuando se recibe una enseñanza que dice que la mente lo es todo –es la que crea la felicidad o el sufrimiento-, entonces uno hace experimentos (y lo constata en la práctica). Ya teniendo un grado de conocimiento personal de ello, entonces se tiene una comprensión verdadera. No basta decir: “Buda dijo…”, o “el Lama dijo que… en un libro”. Eso no es suficiente, se debe tener una comprensión personal. Es lo que todos debemos aprender; debemos hacerlo nosotros mismos. Como dijo Buda: “Os he dado una enseñanza como el néctar, os he enseñado el sendero de la liberación, pero está totalmente en vuestras manos”.

Las emociones están conectadas fundamentalmente con los pensamientos surgentes. Las ondas de la mente son en realidad pensamientos y emociones. De modo que cuando practique, primero debe tener la estabilidad de la paz y la calma: la serenidad. Así como no podrá verse el sol si el cielo no está despejado, primero se necesita la calma de la meditación. Es por eso que el Budismo pone énfasis primero sobre la práctica llamada Shamatha (o permanecer apaciblemente), continuar tranquilamente en la presencia cuidadosa de la mente. Entonces, lo primero que se practica es la presencia: ésa calma.

Cuando se llega a ese nivel, el ego se disuelve como una burbuja, se disipa toda confusión, y ésta es eliminada temporalmente. No solo se está sereno, sino conectado con todo, con el mundo, con uno mismo; ya no existe más una separación o dualidad entre el mundo y uno mismo. Uno siente la unificación, la comunión. En ese estado también hay un sentido de claridad, un alerta, una intuición. Cuando podemos trabajar con la vida y nuestra práctica, y comprender las emociones, es cuando arribamos a este nivel de calma, de paz y claridad que surge de ése estado de meditación. Uno ve las emociones con ése estado de conciencia.
Y, miren ustedes, uno no permanece tranquilo todo el tiempo; surge un movimiento, surge una emoción, y ¿qué hace uno? Uno no hace nada; simplemente observa. Observa con esa intuición pero sin perder la estabilidad; lo observa con atención desnuda, como a una luz que brilla en la oscuridad.

Con frecuencia sucede que cuando llega un pensamiento, éste forma otro pensamiento, y luego viene otro acerca de aquel, y luego otro más, y así sucesivamente. Es como mandar a alguien a buscar algo, y luego mandar a otro a buscar a ése alguien, y luego a otro más para encontrar a este último, y entonces ya todo se vuelve ridículo y están todos perdidos. Igual sucede con los pensamientos; uno olvida cual fue el objetivo del pensamiento original, y se distrae completamente. Toda la confusión viene de la distracción, incluso los accidentes automovilísticos.

Sin perturbar el estado de calma, y cualesquiera que sean los pensamientos o emociones que surjan, simplemente se observan sin tratar de cambiarlos en forma alguna. Con solamente observarlos, algo se asienta o se disuelve, como las olas que rompen y se disuelven luego en el océano. En lugar de que el pensamiento lo distraiga por haberlo observado, éste se asentó, profundizando la calma y su estabilidad y comprensión de la naturaleza de la mente y sus “surgentes” (los pensamientos).

Nosotros le llamamos Ne Jug Rig Sum: Sosiego, Movimiento, y Conocimiento. La verdadera práctica es la de la unidad de éstos tres, y es fundamental para entender las emociones, o Namtok (pensamientos surgentes). A medida que trabajan de esta forma, observándolos y mirándolos cada vez más, puede sucederles que tengan muchos problemas, pero eso está bien.

Los fracasos son los ingredientes esenciales del éxito. Mientras más se falla más exitoso se vuelve uno. Especialmente en la meditación, el fracaso es aceptable; no hay problema, se busca algo mejor. Entonces uno no se preocupa cuando la práctica no es buena. La práctica no es buena ni mala: es fundamentalmente buena. No importa tanto cómo la perciban, sino lo que verdaderamente es. Es practicar honesta y naturalmente. Por ejemplo, cuando se toma una taza de té, ésta va mitigando la sed, lubricando la garganta, y así sucede, nos demos cuenta o no.
De modo que usted observa y observa. Al principio con pensamientos y emociones más suaves, menos antagonizantes. Usted trabaja suavemente, sin provocar, y es así como aprende. Es como al enseñar a un niño a caminar: no se le avienta a la calle, sino que se le hace caminar en el espacio seguro de la propia casa, con un acojinado protector, sin que haya tenedores ni cuchillos. Se les hace caminar bajo el cuidado de sus padres o de alguien confiable. De la misma manera se aprende lentamente, en especial con las emociones y con uno mismo. Y particularmente si queremos domeñar nuestras emociones para mejorarnos, necesitamos ser más suaves. ¿Acaso no se puede trabajar mejor con la persona más terca simplemente con estar de acuerdo con ella? Después de que se ha salido con la suya, cuando ya se está relajando, entonces uno dice: “¿Que tal si lo hacemos de ésta forma, o, quizás sería una buena idea hacerlo así....?”
De la misma manera nosotros somos demasiado tercos. Vean ustedes, cuando uno es terco, necesita domarse con suavidad, no forzando. De igual forma que todos ustedes aquí no vienen a escuchar de Budismo por la fuerza, si quieren practicar, practican. Se practica cuando se tienen ganas.

Cuando uno no se siente con ganas, no practica. Particularmente cuando se es practicante, hay ocasiones en que no se puede practicar, uno no se siente con las ganas para ello, y si lo intenta no funciona. ¿Qué debemos hacer en semejante caso? Ser suave con uno mismo; siéntese un rato sin practicar; sólo esté sentado. En realidad, esto es la práctica.
¿Lo ven ustedes? Al saber cada vez más, poco a poco, comienzan a comprender. La comprensión verdadera viene cuando se trabaja con los pensamientos surgentes, con perspicacia, a medida que van brotando. Es la calma del estado mental lo que trae la claridad, el conocimiento, la intuición. El hecho de que puede mirarlos, y es capaz de disolverlos (a los pensamientos surgentes), hace que su serenidad sea más serena, y su claridad más clara. Y entonces, uno se desarrolla.

Esta sola práctica, una práctica simple, puede ir más y más profundo. Es como el agua, que es simple, totalmente simple, y sin embargo, es la base de todo tipo de bebidas. No hay bebida sin agua en ella. De igual forma la práctica más profunda, es la más sencilla. Cuando se la usa en distintas maneras, se le llama ser habilidoso. Pero el asunto principal es no perder el verdadero sentido del agua. Por ejemplo, si tratasen de hacer una taza de té sin tener conocimiento de que el agua está involucrada en el proceso, tendrían muchas dificultades para hacer el té.
Al terminar su práctica, cuando cambie a su vida diaria, trate de tener más atención, un poco más de conciencia. Lo que se hace normalmente, sencillamente hágalo. Si está hablando, hable. Si está caminando, camine. Si está pensando, nada más piense. Normalmente no piensa. Se deja de tener conciencia (de lo que se está haciendo), se deja uno llevar. En lugar de eso, cuando alguien le habla –especialmente si está presumiendo-, mire dentro de su mente, a lo que está diciendo, a lo que está pensando. Cuando esté haciendo algo, lo que sea, solo sea un tantito más conciente.

Traer conciencia a lo que uno está haciendo, puede traer más intuición y comprensión de uno mismo. La gente estudia libros, psicología, filosofía, teorías e ideas, pero la cosa verdadera viene desde adentro de uno mismo. Si se entiende uno mismo, entonces uno es el mejor psicoterapeuta. Es muy chistoso, porque yo trabajo mucho en California, con muchos psicoterapeutas muy conocidos, haciendo conferencias juntos, aunque yo no tengo ningún entrenamiento en psicoterapia; y cuando ellos presentan un caso problema, puedo dar una respuesta y todos están de acuerdo conmigo. ¿Porqué? Porque he trabajado un poco conmigo mismo. E igualmente, la mayoría de los psicoterapeutas californianos han tenido que trabajar consigo en alguno que otro momento.

Y es que trabajar con uno mismo y comprenderse es la base para conocer la propia emoción. El comprender es lo que trae alivio.

De modo que cuando una emoción llega, no ocasiona tanta alarma. Cuando se vuelve un poco más grave, más turbulenta –como es el caso con la envidia, la ira y el odio-, entonces lo provoca a uno, lo vuelve necio y testarudo. A veces noto que cuando uno está enojado, hay una parte de uno que dice: “Oye, fíjate bien; cálmate”.

Pero uno no hace caso; se vuelve desenfrenado y se pone iracundo –justo como un niño haciendo rabieta: queremos ser el centro de atención, buscamos dignidad en nuestra ira, queremos ser los vencedores, pelear y ganar. Queremos ganar en la ira, y nos dejamos llevar. Lo que resulta aquí interesante es que, si en medio de esta poderosa emoción, simplemente nos asomamos a ver dentro de la mente que está enojada, preguntamos quién se está enojando, y nos detenemos un momento a observar, ¿que sucede? La maquinaria de la ira se detiene por un momento; no sabe cómo manejar esto, porque está congelada. Y es porque toda esta ira es dualista, y cuando se observa verdaderamente el centro de todo esto, se le extrae la intensidad, se le desinfla.

Quizás no pueda disolverla completamente, pero su intensidad es menor. Al observar de esta forma a la mente salvaje e iracunda, hay en ocasiones un poco de claridad, una pequeña separación entre la ira y usted. Esto no es algo intelectual; es algo que debe usted descubrir por sí mismo. Tal como cuando se come algo: es más fácil probar y experimentarlo, que describir su sabor. Sólo los expertos pueden describirlo, pero nosotros tenemos la misma experiencia.
En el Budismo decimos que cualquier cosa que surja: ira, pensamientos, emociones… es vacía, impermanente, transitoria, y translúcida. Ustedes notarán que si estuvieron enojados ayer, ahora ya no lo están. Si la ira fuera algo en verdad permanente, se estaría siempre enojado –lo mismo que alegre, triste o envidioso, o cualquiera, y todos al mismo tiempo, lo cual es ridículo. Entonces uno empieza a entender un poco la cualidad impermanente de la ira, de los pensamientos. Vacíos e impermanentes. Vacíos en el sentido de que no tienen validez duradera o intrínseca.
PREGUNTA: ¿Es mejor ventilar la frustración y la ira que viene de vivir con la gente día a día, o debemos tratar de desarrollar la calma meditativa y no expresar el enojo?
RESPUESTA: Esa es muy buena pregunta. El punto central aquí es el propósito, la intención. Recuerdo lo que Su Santidad el Dalai Lama dijo acerca de esto: que muchos psicólogos occidentales indican que uno debe expresar el enojo, mientras que en el Budismo se habla siempre de la importancia del control; control en el sentido de comprensión. ¿Qué debe hacerse?
¿Dónde está el equilibrio entre estos dos puntos de vista?
Es importante ver el propósito, lo que se quiere conseguir, la motivación. Por ejemplo, si existe mucha tensión en usted, mucho coraje –digamos, con un amigo o alguien a quien ama- (que es el caso frecuente aquí en Occidente, en vez de que suceda con alguien a quien se odia), motivado porque usted piensa que no lo comprenden o que no se comunican con usted, o la comunicación no es buena, o la conexión tampoco, que si lo están manipulando, y todo ese tipo de cosas; en tal situación, cuando ya se acumula demasiado, es bueno reventar; decir a la persona: “Mira, te quiero mucho, pero deseo aclarar esto. No es que esté mostrando mi enojo por malicia (porque sabrán ustedes que la malicia es lo dañino), sino que quiero aclararlo, quiero desatorar esto contigo”, y luego, expresar su legítimo enojo. Las más de las veces estos mejora la relación, y hasta hay más amor.

Vean ustedes, si lo hacen de manera hábil, con buena motivación en su corazón, y lo manejan bien, entonces expresar lo que sienten puede funcionar. El problema viene cuando no sabemos como manejarlo, y obtenemos un resultado muy diferente. Si usted es capaz de conducirlo bien, entonces es muy beneficioso. Si usted se enoja fácilmente –lo que en Tibet llamamos una persona de viento o pulmón (Prana en Sánscrito)-, si explota con frecuencia, lo que puede hacer es de inmediato poner algo de conciencia; tan pronto como explote vuelva a sus sentidos. Eso es lo importante. Si se enoja con alguien, debe después reconciliarse y pedir perdón, decir: “Lo siento, exploté porque soy así”. Muchas de las veces, con sólo explicarlo, la relación mejora.
En el Japón todo el asunto está basado en el honor, y liberan sus emociones de formas particulares. Me han dicho que incluso los empleados tienen una figura del patrón en el baño para poderla patear, gritarle, y ventilar su frustración en privado, volviendo después al trabajo tan tranquilos, como si nada hubiera sucedido. En el bar, todos se ponen muy borrachos, pero el cantinero no debe recordar nada al día siguiente; hay una conspiración de amnesia. No puedo decirles si ésta es o no es la mejor solución.

Muchas de las veces, el expresar emociones es bueno y, cuando se ha acumulado, también es muy beneficioso, especialmente si existe mucho resentimiento contra alguien. Sin embargo, el truco con el coraje es que uno puede habituarse a él, y volverse más y más iracundo. Por eso Su Santidad el Dalai Lama decía con frecuencia que si usted se enojaba cada dos horas, tratara de que sucediese cada dos horas y media, tratando gradualmente de minimizar la ira. Este tipo de ira habitual es distinto del tipo tensional discutido anteriormente. Intente reducir el enojo y considere el daño que le ocasiona, la contrariedad que le produce. La ira misma puede no ser mala, pero lo que resulta de ella puede herir a otras personas y dañarlo a usted. La ira misma, si verdaderamente se comprende, es una energía pura y muy poderosa.

Hay un problema especial en las relaciones con otras personas, como entre padres e hijos, entre amantes, entre esposos, o entre amigos, que es cuando la otra persona es muy poco comunicativa. Sucede que, digamos, sus padres lo aman a usted, pero la forma en que lo aman, y la forma en que usted desea ser amado, no casan; he aquí un problema. Allí es cuando la comprensión es importante. A este respecto hay un ejercicio que a menudo ayuda; antes de confrontarlos, es importante tener alguna comprensión, sobre todo si se ha venido acumulando por muchos años. Lo que puede hacer, es visualizarse de frente a la persona con la que tiene un problema, y colocarse a usted mismo como observador y juez externo mientras se desarrolla la confrontación o diálogo. Es muy interesante, porque así puede descubrir dónde está o cuál fue el problema real. Es como en la visualización. Usted dice algo como: “Cuando yo hice esto, tú no hiciste esto otro y realmente me lastimó; no me comprendiste, etc.”. Cuando usted hace esto, puede empezar a entender donde está el error, donde está la falta. Muchas veces la gente no nos daña a propósito, sino por error involuntario.

De modo que es bueno intentar estas prácticas y, una vez resuelto eso, ya que se tiene una comprensión del asunto, entonces ir con la otra persona y decir: “Mira, pienso que te comprendo”, y disolver la situación.

PREGUNTA: ¿Como recomienda manejar el miedo?
RESPUESTA: Su Santidad el Dalai Lama concedió una entrevista a la TV francesa en Mayo de 1986, y posteriormente el conductor preguntó lo mismo. Lo que habían descubierto en una encuesta era que la mayoría de la gente, algo así como el 60%, tiene mucho miedo –de salir a la calle, de despilfarrar su vida, y así. Yo pienso que el miedo es el punto mas débil. Es cuando uno no ha estado en contacto consigo mismo que sobreviene el miedo. Como ya he dicho antes, el remedio es reconectarse con uno mismo. En la práctica meditativa uno examina el miedo; ¿Qué es? ¿Cuál es su fundamento?. Con frecuencia puede uno encontrar que quizás sea por algo que uno dejó de hacer, por arrepentimientos. Queremos hacer todo tan rápidamente, pero solo es posible hacer una cosa por vez. Por ejemplo, cuando uno está muy negativo, pero no lo quiere aceptar, hay mucho miedo y culpabilidad. Sin embargo, si observamos nuestro propio aspecto negativo desde el punto de vista espiritual, lo que uno quiere y busca es purificar esa negatividad, y entonces uno comienza a sentirse más positivo al respecto, tanto, que al mirar dentro del lado negativo, uno obtiene inspiración y deriva una cualidad positiva de éste. Pienso que, en muchas formas, debemos estudiarnos nosotros mismos; y tal como ahora las computadoras llevan cuenta de todo –incluso de lo que uno compra con la tarjeta de crédito, los edificios a los que entra o sale, etc.-, de la misma forma debemos llevar un registro, un control de nosotros mismos.

La verdadera práctica espiritual es mantener un control verificador personal, no tanto como espía, sino como para tener más conciencia. Esto es lo que constituye la investigación y el desarrollo; uno empieza a observar dentro del miedo, y empieza a tener cuidado. Esto debe ser consecuente.

He notado que muchas de las veces el problema aquí en Occidente es la inconsecuencia y la falta de disciplina. Un día usted tiene una experiencia espiritual fantástica y verdaderamente desea practicar el Budismo o la meditación. Y es que, cuando las cosas marchan realmente bien, es donde surge el peligro. La felicidad es la trampa, no el sufrimiento. Ustedes notarán que mucha gente exitosa de negocios sólo se vuelve cada vez más ambiciosa. Afortunadamente para nosotros, no somos exitosos, y es por eso que aún tenemos una cierta medida de conciencia.
De modo que pueden ver, lo que es necesario es esa consecuencia. ¿Por qué se practica una y otra vez? ¿Cuál es el truco? Dicen que uno debe sentarse cada día por veinte minutos (en realidad alguien inventó eso, no existe un período fijo; cinco minutos es correcto, media hora también). ¿Para qué? Para hacer la práctica con regularidad. La regularidad enseña consistencia. A menudo las gentes involucradas en un terremoto o accidente automovilístico, en desastres, o cuando sienten que están muriendo, de pronto lo ven todo muy claro: “Esto es!”, y ven todo lo que debieron haber hecho y no hicieron.

Entonces, cuando a veces le llega el miedo, se da usted cuenta qué es lo que no ha hecho, igual que cuando le llega el último aviso para pagar la cuenta del teléfono. Pero subsecuentemente (y cuando el miedo ha pasado) lo olvidamos. Debemos pues ser consistentes, poco a poco, lentamente, o de otro modo el miedo estará siempre allí, porque usted se ha desentendido de él. Mientras no pague el recibo telefónico, el miedo seguirá allí.
En la vida es importante ser propio y habilidoso. Es muy importante ser propio porque hay gentes que siempre hacen las cosas equivocadas en el momento equivocado. Paran en accidentes pensando que Dios no los favorece. No es Dios, es uno mismo. Yo siempre soy muy exigente acerca de no forzar la disciplina en la gente. Si son flojos, no puede uno hacer nada al respecto. Lo que es bueno para la gente floja es meditar sobre la realidad de la muerte; eso sí que es bueno para la flojera.

Antes de partir quisiera agradecer a todos mis estudiantes, que me trajeron aquí, no sólo por eso, sino por compartir con sus semejantes, hombres y mujeres Irlandeses, la sabiduría de las enseñanzas del Buda. Quiero también agradecer a todas las otras personas, al Centro Kagyud local, también hay estudiantes de Chogyam Trungpa, muchos diferentes grupos pequeños; los estudiantes Zen en Irlanda, cada uno tratando de compartir un poco el esfuerzo de aquellos que están haciendo algo por el Dharma. Realmente quiero agradecerles y por favor, continúen con su trabajo. Una cosa que es realmente buena en Irlanda es la armonía. Por ser tan pocos no tiene ningún sentido la desarmonía. La armonía es muy importante; continúen por favor de esa forma. Gracias también para aquellos que están practicando; gracias por continuar. Yo sé que a veces no es fácil su práctica, pero es en la dificultad que uno encuentra la verdadera recompensa, es donde realmente se desarrollan la fuerza y la comprensión, a través de las dificultades. Aquí es donde la bendición es realmente grande. De modo que perseveren. El truco es continuar. “Año tras año, hasta la iluminación”. Continúen hasta que la obtengan. Así como uno come hasta quedar satisfecho, igualmente se practica. No se den por vencidos.

Seguido me entristezco de ver gente con gran potencial para comprender, llevar una práctica con tremendo fervor por pocos años y dicen: “Quiero practicar, quiero hacer retiros de seis meses, seis años”. Y después de eso –¡puf!, desisten, así nada más. Debido a las circunstancias -que no encontraron el centro adecuado, el maestro correcto con quien estar, o el trabajo apropiado, cualquier cosa- se han alejado.

Esto es realmente una lastima. Sean o no correctas las circunstancias, uno continúa, porque si lo hace de esta manera, sin darse por vencido prematuramente, las circunstancias le sonreirán eventualmente. Perseveren con gozo, pues el final bien lo vale.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No parece que Sogyal Rimpoche sea un ejemplo,de alguien que conozca su mente,sus actos lo demuestran.