Por Pema Chodron
Cuando el Buda enseñó por primera vez, pudo haber enseñado cualquier cosa. Había despertado completamente. Su mente estaba diáfana y sin experimentar obstáculo alguno –solo la vastedad y bondad del él mismo y su propia vida. La historia es que, no obstante lo anterior, le era muy difícil expresar su experiencia; inicialmente decidió no enseñar porque pensó que no habría quien pudiera entenderle. Finalmente decidió que saldría y enseñaría porque había algunos que podrían escucharle. Lo interesante es que al principio no habló de lo incondicional; no habló de la bondad fundamental, de la claridad, del espacio, la bendición, el asombro, o la apertura.
En la primera enseñanza del Buda –la de los Cuatro hechos Fundamentales o Cuatro Verdades Nobles- él habló de la insatisfacción y el sufrimiento.
Siempre he experimentado estas enseñanzas como una afirmación tremenda de que no hay necesidad de resistirse al estar plenamente vivo en este mundo, de que somos de hecho parte de la trama. Toda la vida está interconectada. Si algo vive, posee la fuerza vital, cuya cualidad es la energía. Sin ella, no podemos levantar los brazos, o abrir la boca, o parpadear. Si alguna vez has estado con un moribundo, sabrás que en cierto momento, aunque se encuentre sumamente débil, allí está la fuerza vital, pero un momento después, ya no está más. Se dice que cuando morimos, los cuatro elementos -tierra, aire, fuego y agua- se disuelven secuencialmente el uno en el otro, hasta finalmente disolverse en el espacio. Pero mientras estamos vivos, compartimos la energía que hace que todo, desde un pasto hasta un elefante, crezcan y vivan y luego, inevitablemente se desgasten y mueran. Esta energía, esta fuerza vital, crea el mundo entero. Es muy curioso el que debido a que los seres humanos poseemos consciencia, estamos tambien sujetos a la propensión a resistir las energías de la vida.
El otro día platicaba con un hombre muy deprimido. Cuando se deprime, se sienta en una silla y ya no puede moverse. Todo lo que hace es preocuparse. Me decía que había pasado todo el Invierno sentado en esa silla, pensando que debía resguardar la podadora de la nieve, pero nomás no podía hacerlo. Solo que esto no es lo mismo que sentarse quieto. El sentarse quieto y mantenerse en su sitio, significa no ser alejado del estar ahí completamente, de ser plenamente conciente y experimentar tu energía vital. ¿ Qué sucede entonces ? Aquí te puedo compartir mi propia experiencia. Yo estaba sentada muy quieta, aplicando la técnica, cuando me asaltó una sensación desagradable. Y en cuanto me dí cuenta ya estaba pensando toda clase de cosas, preocupándome sobre algo que iría a suceder un mes más tarde, y sobre quién se haría cargo de todos los detalles del evento del mes siguiente. Entonces recordé: sentarse quieto en medio de un incendio o un tornado o un terremoto o un tsunami, solo sentarse quieto. Esto provee la oportunidad de experimentar una vez más la cualidad viviente de nuestra energía vital –tierra, aire, fuego, y agua.
¿ Porqué nos resistimos a nuestra energía ? ¿ Porqué nos resistimos a la fuerza vital que fluye por nosotros ? . La Primera Verdad Noble nos dice que si estás vivo, si tienes corazón, si puedes amar, si puedes ser compasivo, si puedes aprehender la energía vital que hace que todo se mueva y crezca y muera, entonces no tendrás resentimiento ni resistencia algunos. La Primera Verdad Noble simplemente nos dice que el sentir incomodidad o insatisfacción es parte del ser humanos. Ya ni siquiera tenemos que nombrarle sufrimiento, bueno, ni siquiera insatisfacción.
Es simplemente llegar a conocer la fogosidad del fuego tanto como su calidez, el salvajismo del viento tanto como la suavidad de la brisa, la turbulencia del agua tanto como su frescor y tersura, el cataclismo de la tierra tanto como su bondad, solidez y confiabilidad. Nada es en esencia de un modo o del otro. Los cuatro elementos toman cualidades diferentes; son como magos. Algunas veces se manifiestan de una forma, y otras veces de otra. Si percibimos eso como un problema, nos resistimos. La Primera Verdad Noble reconoce que tambien nosotros cambiamos como el clima, tenemos reflujos como las mareas, y crecemos y decrecemos como la luna. Nosotros hacemos eso, y no hay razón para resistirlo. Si lo resistimos, la realidad y la vitalidad de la vida se transforman en miseria, en un infierno.
La Segunda Verdad Noble dice que esta resistencia es el mecanismo operativo fundamental de aquello que llamamos ego, que al resistirse a la vida ocasiona sufrimiento. Se dice tradicionalmente que la causa del sufrimiento es el aferramiento a nuestra visión limitada y estrecha. Otra forma de decir lo mismo es que al resistirnos al hecho de ser una unidad completa con toda la vida, al resistirnos al hecho de que cambiamos y fluímos igual que el clima y a que tenemos la misma energía de todas las cosas vivientes, el resistir todo eso, es a lo que llamamos ego.
Ayer comencé a mostrar curiosidad sobre la experiencia de la resistencia. Me dí cuenta que estaba allí sentada con sensaciones y sentimientos desagradables e incómodos en mi estómago y el corazón –terror, podríamos llamarle. Comencé a reconocer la oportunidad de experimentar la realidad de los cuatro elementos, sintiendo como es el ser como el clima. Por supuesto que no logré que desapareciera la incomodidad, pero sí se fué la resistencia, y de algún modo, allí volvió el mundo de nuevo. Cuando dejé de resistir, pude ver el mundo. Luego noté que por alguna razón nunca me había gustado la cualidad de este “clima” particular y por ello lo resistía. Y al hacer esto, me dí cuenta, me re-creaba a mí misma.
Cuando te resistes, es como si escarbaras bajo tus talones. Es como si fueras un trozo de marmol y te esculpieras a tí mismo, haciéndote igualmente sólido. En mi caso, el preocuparme sobre las cosas que irán a suceder, es muy desagradable; es una adicción. Igualmente desagradable es emborracharse de nuevo si sufres alcoholismo, o darte un pasón si padeces drogadicciones, o seguir comiendo si eres bulímico, o lo que sea. Todas estas cosas son muy extrañas. Todos sabemos lo que es la adicción; somos, sobre todas las cosas, adictos a nosotros mismos.
Cuando el Buda enseñó por primera vez, pudo haber enseñado cualquier cosa. Había despertado completamente. Su mente estaba diáfana y sin experimentar obstáculo alguno –solo la vastedad y bondad del él mismo y su propia vida. La historia es que, no obstante lo anterior, le era muy difícil expresar su experiencia; inicialmente decidió no enseñar porque pensó que no habría quien pudiera entenderle. Finalmente decidió que saldría y enseñaría porque había algunos que podrían escucharle. Lo interesante es que al principio no habló de lo incondicional; no habló de la bondad fundamental, de la claridad, del espacio, la bendición, el asombro, o la apertura.
En la primera enseñanza del Buda –la de los Cuatro hechos Fundamentales o Cuatro Verdades Nobles- él habló de la insatisfacción y el sufrimiento.
Siempre he experimentado estas enseñanzas como una afirmación tremenda de que no hay necesidad de resistirse al estar plenamente vivo en este mundo, de que somos de hecho parte de la trama. Toda la vida está interconectada. Si algo vive, posee la fuerza vital, cuya cualidad es la energía. Sin ella, no podemos levantar los brazos, o abrir la boca, o parpadear. Si alguna vez has estado con un moribundo, sabrás que en cierto momento, aunque se encuentre sumamente débil, allí está la fuerza vital, pero un momento después, ya no está más. Se dice que cuando morimos, los cuatro elementos -tierra, aire, fuego y agua- se disuelven secuencialmente el uno en el otro, hasta finalmente disolverse en el espacio. Pero mientras estamos vivos, compartimos la energía que hace que todo, desde un pasto hasta un elefante, crezcan y vivan y luego, inevitablemente se desgasten y mueran. Esta energía, esta fuerza vital, crea el mundo entero. Es muy curioso el que debido a que los seres humanos poseemos consciencia, estamos tambien sujetos a la propensión a resistir las energías de la vida.
El otro día platicaba con un hombre muy deprimido. Cuando se deprime, se sienta en una silla y ya no puede moverse. Todo lo que hace es preocuparse. Me decía que había pasado todo el Invierno sentado en esa silla, pensando que debía resguardar la podadora de la nieve, pero nomás no podía hacerlo. Solo que esto no es lo mismo que sentarse quieto. El sentarse quieto y mantenerse en su sitio, significa no ser alejado del estar ahí completamente, de ser plenamente conciente y experimentar tu energía vital. ¿ Qué sucede entonces ? Aquí te puedo compartir mi propia experiencia. Yo estaba sentada muy quieta, aplicando la técnica, cuando me asaltó una sensación desagradable. Y en cuanto me dí cuenta ya estaba pensando toda clase de cosas, preocupándome sobre algo que iría a suceder un mes más tarde, y sobre quién se haría cargo de todos los detalles del evento del mes siguiente. Entonces recordé: sentarse quieto en medio de un incendio o un tornado o un terremoto o un tsunami, solo sentarse quieto. Esto provee la oportunidad de experimentar una vez más la cualidad viviente de nuestra energía vital –tierra, aire, fuego, y agua.
¿ Porqué nos resistimos a nuestra energía ? ¿ Porqué nos resistimos a la fuerza vital que fluye por nosotros ? . La Primera Verdad Noble nos dice que si estás vivo, si tienes corazón, si puedes amar, si puedes ser compasivo, si puedes aprehender la energía vital que hace que todo se mueva y crezca y muera, entonces no tendrás resentimiento ni resistencia algunos. La Primera Verdad Noble simplemente nos dice que el sentir incomodidad o insatisfacción es parte del ser humanos. Ya ni siquiera tenemos que nombrarle sufrimiento, bueno, ni siquiera insatisfacción.
Es simplemente llegar a conocer la fogosidad del fuego tanto como su calidez, el salvajismo del viento tanto como la suavidad de la brisa, la turbulencia del agua tanto como su frescor y tersura, el cataclismo de la tierra tanto como su bondad, solidez y confiabilidad. Nada es en esencia de un modo o del otro. Los cuatro elementos toman cualidades diferentes; son como magos. Algunas veces se manifiestan de una forma, y otras veces de otra. Si percibimos eso como un problema, nos resistimos. La Primera Verdad Noble reconoce que tambien nosotros cambiamos como el clima, tenemos reflujos como las mareas, y crecemos y decrecemos como la luna. Nosotros hacemos eso, y no hay razón para resistirlo. Si lo resistimos, la realidad y la vitalidad de la vida se transforman en miseria, en un infierno.
La Segunda Verdad Noble dice que esta resistencia es el mecanismo operativo fundamental de aquello que llamamos ego, que al resistirse a la vida ocasiona sufrimiento. Se dice tradicionalmente que la causa del sufrimiento es el aferramiento a nuestra visión limitada y estrecha. Otra forma de decir lo mismo es que al resistirnos al hecho de ser una unidad completa con toda la vida, al resistirnos al hecho de que cambiamos y fluímos igual que el clima y a que tenemos la misma energía de todas las cosas vivientes, el resistir todo eso, es a lo que llamamos ego.
Ayer comencé a mostrar curiosidad sobre la experiencia de la resistencia. Me dí cuenta que estaba allí sentada con sensaciones y sentimientos desagradables e incómodos en mi estómago y el corazón –terror, podríamos llamarle. Comencé a reconocer la oportunidad de experimentar la realidad de los cuatro elementos, sintiendo como es el ser como el clima. Por supuesto que no logré que desapareciera la incomodidad, pero sí se fué la resistencia, y de algún modo, allí volvió el mundo de nuevo. Cuando dejé de resistir, pude ver el mundo. Luego noté que por alguna razón nunca me había gustado la cualidad de este “clima” particular y por ello lo resistía. Y al hacer esto, me dí cuenta, me re-creaba a mí misma.
Cuando te resistes, es como si escarbaras bajo tus talones. Es como si fueras un trozo de marmol y te esculpieras a tí mismo, haciéndote igualmente sólido. En mi caso, el preocuparme sobre las cosas que irán a suceder, es muy desagradable; es una adicción. Igualmente desagradable es emborracharse de nuevo si sufres alcoholismo, o darte un pasón si padeces drogadicciones, o seguir comiendo si eres bulímico, o lo que sea. Todas estas cosas son muy extrañas. Todos sabemos lo que es la adicción; somos, sobre todas las cosas, adictos a nosotros mismos.
Interesantemente, cuando cambia el clima, y la energía simplemente fluye a través nuestro, lo mismo que fluye a través de los prados y los árboles y las cañadas y los osos y los venados y el océano y las rocas, descubrímos que, después de todo, no somos tán sólidos. Si nos sentamos muy quietos, como el Everest ante un huracán, si no nos protegemos de la autenticidad y la intensidad y la vivacidad y la inmediatez y la falta de confirmación de ser tan solo parte de la vida, entonces ya no somos ese ser separado que tiene que cambiar las cosas a su manera.
La Tercera Verdad Noble nos dice que la cesación del sufrimiento es el soltar el apego hacia nosotros mismos. Por “cesación” queremos decir la cesación del infierno en contraposición con el simple clima, la cesación de esta resistencia, de este resentimiento, de este sentimiento de estar completamente atrapado y prisionero, tratando de mantener mi gigantesco YO a cualquier costo.
La Tercera Verdad Noble nos dice que la cesación del sufrimiento es el soltar el apego hacia nosotros mismos. Por “cesación” queremos decir la cesación del infierno en contraposición con el simple clima, la cesación de esta resistencia, de este resentimiento, de este sentimiento de estar completamente atrapado y prisionero, tratando de mantener mi gigantesco YO a cualquier costo.
Las enseñanzas sobre el reconocimiento de la ausencia del yo, de la falta de identidad del ego, suenan bastante abstractas, pero la cualidad del camino, la instrucción mágica que todos hemos recibido, la llave dorada, es esa parte de la técnica de meditación adonde reconoces lo que está sucediendo contigo y te dices a tí mismo: “pensando”. Luego sueltas, dejas ir todo el parloteo y la elaboración y la discusión, y te quedas solamente ahí, sentado con el clima –con la cualidad y la energía del mismísimo clima. Quizás tengas todavía la misma sensación vacilante o sentimientos agitantes o explosivos, o de calma o embotamiento –como si estuvieras bajo tierra. Te quedas con eso. Esa es la clave: el llegar a darse cuenta de eso. La única manera en que puedes saber eso es darte cuenta de que te las has pasado hablando de ello, y convirtiéndolo en preocupación acerca de la semana entrante, y del próximo mes, y del resto de tu vida. Muy curiosamente es como si, en vez de sentarnos en medio del fuego, hubiéramos desarrollado este artificio auto-creado para abanicarlo, y así mantenerlo vivo. Atícele y atícele al fuego. “Bueno, ¿Y qué pasa si dejo de hacerle así?. Entonces sucederá aquello, y si aquello sucede, entonces aquello otro ocurrirá, y si aquello más ocurre, entonces esto otro pasará, así es que mejor me deshago de esto y aquello y obtengo eso y lo otro. Y mejor digo tal y cual cosa de esto y aquello, porque si no digo tal o cual cosa todo este asunto se me desbarata ¿ Y entonces, que irá a pasar?. ¡Oh! Siento que me quiero morir y salirme de todo esto. ¡ Esto está horrible ! y repentinamente quieres saltar de tu asiento y salir gritando y corriendo alrededor del cuarto. Y es que has estado atizándole al fuego.
Pero en algún momento se te ocurre pensar: “¡Hey! ¡Espera un momento!. ¡Pensar!.” Entonces te sueltas y dejas ir y regresas a ese sentimiento original, revoloteante y confuso, que podrá ponerte algo nervioso, pero que es básicamente el viento, el fuego, la tierra y el agua. Y no estoy hablando aquí de convertir un huracán en un día campante. Estoy hablando de realizar la huracaneidad, o, si se trata de un día tranquilo, de realizar la tranquilidad. No estoy hablando de convertir un incendio forestal en una tibio fogón como el que calienta tu sopa, estoy diciendo que cuando se presenta ese incendio, no resistas esa clase de poder –ese eres tú. Cuando tibio y comfortable, no lo resistas ni te acurruques en él. No estoy diciendo que conviertas un terremoto en un jardín de flores. Cuando tiembla, deja que el suelo se sacuda y se raje, pero cuando se dé un jardín de flores, déjalo ser tambien. Estoy hablando pués de no resistir, de no aferrarse, de no caer presa de la esperanza ni el miedo, ni en las buenas ni en las malas, sino solo de vivir completamente lo que se dá.
La esencia de La Cuarta Verdad Noble es el Sendero Octuple. Todo lo que hacemos –nuestra disciplina, esfuerzo, meditación, sustento, y todo lo demás, desde el momento de nacer hasta que morimos- lo podemos usar para realizar nuestra unidad y nuestra integración con todas las cosas. En otras palabras, podemos usar nuestras vidas para despertar al hecho de que no estamos separados: la energía que nos hace vivir y ser enteros y despiertos y alertas es justo la misma energía que crea lo demás, y somos parte de ello.
Podemos usar nuestras vidas para conectarnos con todo eso, o podemos usarlas para vivir resentidos, alienados, enojados, amargados y reacios. Como siempre, depende de cada uno de nosotros.
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