domingo, 13 de enero de 2008

LOS CUATRO RECORDATORIOS IV

EL SUFRIMIENTO o LOS DEFECTOS del SAMSARA

Ni un solo ser sintiente que se encuentre en alguna parte de las seis regiones del samsara mora en una felicidad duradera, y la mayoría experimenta miserias más allá de la imaginación. Ahora, mientras descansamos en la relativa paz y felicidad de la región humana, debemos reflexionar en el sufrimiento, para desarrollar tanto una renunciación profunda hacia las causas del sufrimiento, como una honda compasión por todos los que lo padecen.

Como con el karma, no podemos atribuir nuestro sufrimiento a ningún dios o demonio vengativos. Las semillas del sufrimiento germinan en nuestra mente cuando el primer desliz de la ilusión dualista evoluciona hacia un apego y aversión auto-centristas, lo que se convierte en la base de acciones imperfectas y sus consecuencias kármicas. En otras palabras, nuestro sufrimiento surge de nuestro karma negativo, que proviene de nuestras no virtudes, que se originan a su vez en el desconocimiento de nuestra verdadera naturaleza no-dualista. Las densas proyecciones que etiquetamos como “las seis regiones” son parte de un continuo mental que comienza con la confusión dualista.

El sufrimiento cae en tres grandes categorías: cambio, proliferación, y compenetración. Estos son los mecanismos de miseria de todos los seres, desde las regiones divinas más encumbrados y bendecidas, hasta las más bajas de las infernales.

El sufrimiento del cambio es particularmente intenso en la región humana, porque la mezcla kármica que produce el renacimiento, yuxtapone pena y alegría. Por ejemplo, nos sentimos radiantes, pero una llamada telefónica devastadora –de nuestro jefe, corredor de bolsa, doctor, o madre- cambia completamente nuestra actitud. Nos sentimos afligidos, no solo por las malas noticias, sino también por la desintegración de la felicidad que sentíamos solo unos instantes previos. Una y otra vez, las fluctuaciones desgastantes de la impermanencia erosionan nuestro placer y socavan nuestra estabilidad.



La proliferación del sufrimiento, o “sufrimiento sobre sufrimiento”, se refiere a una cosa negativa que ocurre en tandeo, una detrás de otra. Estamos entrampados en una demanda legal y nuestra vida amorosa se deshace; nos diagnostican una enfermedad muy seria y perdemos nuestro empleo; una persona amada muere y chocamos nuestro auto. A veces parece como si la adversidad llegara desde todas las direcciones y nada fuera tan malo que no pudiera empeorar aún más. Nos preguntamos porqué los malos eventos se presentan en racimos. La verdad es que cada evento nace del karma creado en el pasado, y los resultados kármicos surgen a su debido tiempo en nuestra vida, como las ondas en un estanque cuando se avienta una piedra. Ya hemos arrojado la piedra y ahora estamos experimentando las ondas.

Y de hecho, no solo una, sino incontables piedras de pasados eventos kármicos crean diseños de ondas impredecibles y turbulentas en esta vida.

El sufrimiento compenetrante se parece al del aceite de una semilla de ajonjolí, que no aparece hasta que la apachurramos, o como la peligrosa resaca de un mar en calma, invisible hasta que alguien es jalado hacia adentro. Nosotros, como toda la gente, estamos a menudo cómodamente inconscientes del sufrimiento que satura la existencia ordinaria, que es inseparable de la red de la existencia condicionada. Por ejemplo, la mayoría de la gente come sin pensar en los animales sacrificados por su carne, o en los insectos destruidos al cultivar vegetales, o en el esfuerzo y exposición a substancias químicas de los agricultores, o en la codicia involucrada en la distribución y el mercado. Existe no virtud y sufrimiento en cada eslabón de la cadena que nos lleva la comida a la mesa, muy a pesar del placer de comer. Y así es con cada aspecto de la cómoda existencia ordinaria. Si le rascamos a la superficie, descubrimos el sufrimiento inevitable y compenetrante.

El sufrimiento se muestra a sí mismo en las perturbaciones constantes del medio ambiente, en las interacciones negativas entre los seres, en la falta de libertad y felicidad duraderas. Nadie puede mantenerse inconsciente indefinidamente, porque la naturaleza verdadera del samsara es el sufrimiento. Todos tenemos un cúmulo de karma negativo y un almacén de venenos mentales, así es que, tarde o temprano, las tensiones de la existencia cíclica traerán el sufrimiento a flote.
La enseñanza de los cuatro recordatorios normalmente incluye descripciones gráficas del sufrimiento en las seis regiones. A nadie le gusta imaginar la miseria explícitamente, en particular de los horrores infernales. No obstante, los estudiantes Tibetanos del dharma, esperan recibir estas enseñanzas, mientras que los Occidentales se sorprenden e impactan cuando se les exponen. Algunos hasta piensan que el Lama está tratando de adoctrinarlos mediante el miedo y ya no regresan.

En una ocasión, y cuando Chagdud Rimpoché estaba impartiendo enseñanzas extensas sobre las regiones de la existencia, una mujer que estaba explorando tentativamente el Budismo, se le acercó después de la explicación sobre los infiernos. “Soy Católica, y creo que lo seguiré siendo,” le dijo, “porque ustedes, los Budistas Tibetanos, tienen dieciocho infiernos, y nosotros solo lidiamos con uno.”
Ciertamente, el producir temor y hastío hacia el sufrimiento del samsara es uno de los propósitos de estas enseñanzas. Desde su compasión, el maestro desea disipar la ignorancia de los estudiantes sobre las consecuencias kármicas. Sin embargo, subyace una motivación más profunda, y es el despertar su compasión hacia aquellos que están atrapados en las seis regiones e inspirarlos a obtener el poder para conducir a esos seres hacia la liberación.

INSTRUCCIONES PARA LA MEDITACION.

Comienza contemplando el sufrimiento, enfocándote en las seis regiones. Vívidamente imagina la existencia dentro de cada una de ellas. Tu mente puede entrar en otras regiones mediante el poder de la visualización, lo que te permite descubrirlas y desdoblarlas en tu experiencia. El potencial para cualquier experiencia yace en la mente. En la contemplación, extrapola algún momento de dolor que hayas tenido –una quemadura o congelamiento- hasta el dolor extremo de los infiernos gélidos o candentes. Los momentos de hambre y sed magnifícalos en la hambruna y deshidratación de la región de los pretas. Has que tu mente viaje así. Si la experiencia de otras regiones está más allá del alcance de tu imaginación, será suficiente con la contemplación del sufrimiento humano. Por ejemplo, colócate tú mismo en el lugar de un prisionero de guerra, en temor constante de ser mutilado o masacrado, rodeado de devastación, separado de sus amigos y familia, confrontado por una brutalidad y odio inhumanos.
Si aún el regocijarse de una victoria violenta sobre los enemigos genera un karma terrible, tanto más trágico resulta la participación forzada en la masacre. Nadie está exento de la espiral descendente –ni los líderes quienes serán los kármicamente responsables por cada herida y muerte que ocurra debido a sus órdenes; ni los soldados que ejecutan la matanza; ni las víctimas que fueron catapultadas hacia el bardo con sus mentes inflamadas de ira.

Esta región humana no carece en ningún modo de sufrimiento. La profundidad de tu contemplación depende de verdaderamente ponerte a ti mismo dentro de situaciones tales, que te permitan sentir lo que otros sienten, ponerte en sus zapatos. Cuando esto se haya logrado y la mente añore la cesación, abandona todo pensamiento y reposa.

Cuando los pensamientos intervienen, genera compasión. Piensa en los incontables seres de las seis regiones. En el transcurso de innumerables renacimientos cada uno de ellos ha sido tu progenitor. Están atrapados en ciclos de miseria y no tienen idea de como zafarse. Piensa en su predicamento hasta que la compasión brote como un deseo de que el sufrimiento presente sea aliviado inmediatamente, y de que sean todos finalmente liberados de las penas del samsara de una sola vez. Luego, abandona de nuevo los pensamientos y reposa.
Cuando los pensamientos inunden tu meditación, dirígelos hacia la oración. Implora porque el sufrimiento no te barra, y porque veas todo lo que surja como purificación. En la confusión que acarrea el sufrimiento, ora por no crear las causas kármicas de más miseria. Ora también para obtener el poder de conducir a otros desde las profundidades del samsara hasta un estado más allá del sufrimiento. Ora porque todos los seres sean liberados de los ciclos interminables de los sufrimientos samsáricos. Relájate entonces en meditación sin artificio.
Cuando surjan nuevamente los pensamientos, has la firme promesa de practicar el camino hasta obtener la liberación del sufrimiento en beneficio de todos los demás seres. Anteriormente, hundiéndote tú mismo en el océano del samsara, eras incapaz de rescatar a nadie. Ahora, mediante los métodos habilidosos del camino, existe esperanza de escape.

Toma la resolución de no volver hacia atrás, de no abandonar a otros, y reposa luego en la paz del relajamiento natural.

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