domingo, 13 de enero de 2008

LOS CUATRO RECORDATORIOS III

EL KARMA

Nuestras acciones - virtuosas y no virtuosas, claras y obscuras- tejen los diseños de nuestra experiencia en el samsara. Ya sea que encontremos placer o dolor, o alcancemos las cumbres o los abismos de la existencia cíclica, ello está determinado por la calidad de nuestra propia conducta a través de las incontables vidas previas. El karma es el flujo inevitable de los efectos o resultados que surgen de las causas.

Mediante la comprensión de la fuerzas del karma, de la purificación de la negatividad, y sintonizando nuestra conducta con todo lo que es positivo, podemos fabricar una poderosa brújula espiritual que nos servirá para alcanzar el mismísimo umbral de la iluminación. Un Buda iluminado ha pasado más allá del dualismo kármico para lograr un estado infinitamente positivo, tan radiante, que su solo reflejo puede despertar nuestra experiencia de la naturaleza búdica. Nosotros aspiramos a ese estado exaltado, pero el camino hacia la revelación absoluta de la naturaleza búdica requiere de una atención asidua al karma. Como dijo Gurú Rimpoché:

“Aunque mi visión es tan vasta como el cielo, mi discernimiento de la conducta correcta es tan fino como granos de harina de cebada”.

Durante vidas incontables, cada ser sintiente teje una trama kármica tan extensa, que el diseño completo no se alcanza a percibir. Mucha gente vive en el temor debido a fuerzas kármicas desconocidas, sufriendo toda clase de miedos y fobias inexplicables. Para superar el miedo y el desconcierto, para purificar karma añejo y crear condiciones deseables, debemos reconocer que nuestra situación es resultado de nuestras propias acciones. Dicho reconocimiento nos trae cierta libertad, porque ya no seguimos atribuyendo lo que nos ocurre a fuerzas más allá de nuestro control, ni tampoco a algún dios o demonio poderosos quienes por simple ira nos envían aflicciones, o quienes por una sublime indiferencia no le otorgan descanso a nuestro sufrimiento. Dicho en breve: lo que hemos creado, podemos cambiarlo.

Nuestras creaciones kármicas semejan una obra de teatro olvidada que escribimos hace mucho tiempo. Repentinamente comienza a correr en escena y nos encontramos formando parte del drama.
Nosotros escribimos la parte estelar y hasta repartimos los personajes, y los episodios de júbilo y sufrimiento se desarrollan según el guión que nosotros mismos creamos. Una tras otra las escenas deben representarse, y ya es demasiado tarde para cambiar la presentación. Nuestro único recurso es escribir una obra diferente para el futuro.

La creación kármica tiene su origen en la mente, y la palabra y el cuerpo siguen el liderazgo de ésta. La ilusión dualista de la mente fomenta la tendencia a quedar sujetos a los deseos, a frustrarnos y enojarnos si esos deseos se desbaratan, a enorgullecernos si los deseos se cumplen, a encelarnos si se cumplen para alguien más.

Perdida en sus propias proyecciones la mente se hace cada vez más torpe y menos discerniente sobre las causas y efectos. Así surge una estupidez secundaria de la ignorancia fundamental sobre la naturaleza no dualista de la existencia.

Las acciones positivas son acordes con la virtud –con el altruismo, la bondad, la paciencia, la generosidad, la conducta recta, etc.. La mente y las actividades de una persona virtuosa se refinan cada vez más, se vuelve cada vez menos auto-centrista, menos torpe, y menos proclive a ocasionar daño deliberado o accidental.

Una pregunta común es la referente a la relación entre el karma individual y el de grupo. El genocidio representa un ejemplo extremo, en que un segmento completo de la población, incluidos los niños -que en su corta vida seguramente no han podido actuar incorrectamente-, es amenazado de aniquilación. Barridos de golpe por circunstancias tan sobrecogedoras, ¿Como puede cualquier individuo reconocer el genocidio como su propia creación kármica?

El hecho es que aún la injusticia atroz del genocidio refleja el karma de cada víctima. Cada uno tiene el destino kármico de pertenecer al grupo que lo sufre. Algunos, de acuerdo a su karma, morirán; otros no. Algunos mantendrán su compasión y humanidad, otros se envilecerán y degradarán totalmente –aún en el nivel impersonal del asesinato masivo que empareja a todos, cada persona tiene su propia experiencia interna.
Si en medio de situación tan terrible, uno siente compasión por otros que están en similar predicamento, entonces toma lugar una purificación profunda del karma.

Un momento de dolor en la región humana -hasta el de una simple jaqueca-, purifica el karma que pudiera ocasionar siglos de angustia en los infiernos, porque podemos transformar el sufrimiento cultivando una perspectiva espiritual. Si usamos la adversidad como un catalizador para la virtud y la compasión, la purificación kármica se vuelve rápida y profunda. Por otra parte, si tratamos de mejorar nuestras circunstancias externas de adversidad mientras que ignoramos las causas kármicas, las encontramos a menudo problemáticas. El tratar una enfermedad ocasionada kármicamente ilustra esto muy bien.

En última instancia, toda enfermedad surge del karma. Lo que llamamos “enfermedades kármicamente ocasionadas” difiere de las enfermedades ordinarias en que no responde al tratamiento y, si lo hace, una enfermedad nueva la reemplaza de inmediato. Las medicinas que funcionan para otros resultan ineficaces, y el bienestar se deteriora por la sucesión de una aflicción tras otra. Si uno busca orientación espiritual porque los doctores han fracasado, un lama podría sugerir prácticas de purificación o de salvar la vida de otros seres (como animales para carnada, cangrejos, etc.).

Después de algo de práctica, uno puede hallar el tratamiento médico adecuado, o la enfermedad simplemente se disipa sin más tratamiento. Con padecimientos muy resistentes, o en casos terminales, las prácticas de purificación ofrecen la confianza de que en vidas futuras uno no confrontará los resultados del mismo karma.

Hace algunos años, una mujer de Suiza inicio su entrevista con Chagdud Rimpoché diciendo: “Tengo cáncer. Dos cirugías fallaron, y me han desahuciado. Voy a morir”. Esto lo dijo sin mostrar ninguna emoción, y Rimpoché no la contradijo. Solamente sugirió que purificar su karma le beneficiaría para prepararse a morir. Así lo aceptó ella, y se le dio la práctica de Tara Roja, y un generoso estudiante Suizo le facilitó un lugar para practicar en retiro un par de meses. Rimpoché nunca la volvió a ver, pero después se enteró de que había conducido un retiro muy diligente, que sus síntomas desaparecieron, y que pudo vivir muchos años más.
Para describir lo que debe aceptarse, y lo que debe abandonarse, la doctrina Budista categoriza el karma en diez virtudes y 10 no-virtudes.

LAS DIEZ NO VIRTUDES

Estas incluyen a las tres del cuerpo –matar, robar, y la conducta sexual inapropiada-; a las cuatro de la palabra –mentir, calumniar, hablar ásperamente, y hablar inútilmente-; y a las tres de la mente –la codicia, la malicia, y la visión errónea. De nuestras acciones maduran tres categorías de resultados kármicos–la experiencia obvia, la experiencia similar a la causa, y las tendencias similares a la causa. Un ladrón que renace en la región de los “pretas” -espíritus desposeídos-, ilustra la experiencia obvia de los resultados kármicos. Un ladrón que renace como humano y es victimado por ladrones, ejemplifica una experiencia similar a la causa. Y un ladrón que renace como humano con un fuerte instinto por el robo personifica las tendencias similares a la causa.

De todas las no virtudes, matar es la más terrible, y de las diversas razones para quitar la vida, la peor es matar premeditadamente por ira u odio, y conduce a renacimiento en la región infernal. Matar por deseo, como es hacerlo por carne, pieles, o posesiones, puede conducir a renacimiento en la región de los espíritus desposeídos. Matar por ignorancia o descuido puede conducir a renacimiento en la región animal. Si el karma de haber matado a otro no ha madurado completamente, o si se ha mitigado parcialmente en vidas previas, entonces el asesino puede renacer en una región superior pero soportar mucha enfermedad, una vida breve, y posiblemente una muerte violenta, o renacer en un medio peligroso o deslustrado.

El robar significa tomar lo que no te ha sido dado. Están relacionados con el robo el uso de la autoridad para coaccionar a otros a ceder sus propiedades (como cuando un déspota dicta impuestos injustos), y con el despojo por engaños (el caso del comerciante que incrementa exorbitantemente los costos).

El robar puede conducir a renacer en la región de los espíritus desposeídos, o en circunstancias de pobreza y carencia extremadas.


Para monjes y monjas, la conducta sexual inapropiada consiste en violar los votos de celibato mediante el coito o la masturbación. Los legos la transgreden a través del adulterio. Conductas inapropiadas relacionadas son: el incesto, la seducción de infantes o de quienes hicieron votos, la violación, el coito en lugares sagrados o cuando se han tomado votos de abstinencia, el uso de personas dedicadas a la prostitución, y modalidades inapropiadas de realizar el sexo. El resultado de la conducta sexual inapropiada puede ser el renacimiento en regiones infernales, de espíritus desposeídos, o en lugares sucios, o contaminados por excremento. En el mejor de los casos, se vive con una pareja fea y con muchos enemigos.

El mentir cae en tres categorías: las mentiras grandes, destructivas, con intención de cambiar la opinión de otro respecto de una persona noble o sublime, o de creencias espirituales o doctrinas religiosas. Dentro de esta categoría también entra el investirnos de falsa autoridad espiritual como proclamar que pertenecemos a un linaje que no tenemos, dar respuestas equivocadas, y ofrecer facultaciones sin estar autorizados para ello.
Las mentiras ordinarias se dicen a expensas de, o en violación abierta a la verdad. Deseamos más dinero y por eso mentimos sobre la calidad de nuestros productos; queremos evitar el castigo y entonces mentimos para responsabilizar a alguien más de nuestros errores; buscamos respeto y nos abrogamos el crédito del trabajo de alguien más.
Siempre, hasta cierto grado, las mentiras ordinarias ocasionan daño, mientras que las de la tercera categoría, las de vanidad, deshonestidad, y auto-engrandecimiento, decepcionan sin causar daño. En éstas alardeamos de las capacidades intelectuales, psíquicas y espirituales que no tenemos, o exageramos nuestra importancia en diversos eventos.
El mentir puede ocasionar renacimiento como animal. Si se renace como humano se sufrirán abusos, calumnias, y se será ingenuo y fácilmente timado. Aún la halitosis resulta de la mentira.

Las calumnias ocasionan riñas, creando animadversión entre personas. Aún si fuesen ciertas, las palabras calumniosas que dañan la opinión de una persona respecto de otra, generan no virtud. Similarmente, debido a su intención disgregadora, los resultados kármicos de la calumnia surgen abiertamente como denuncias expresadas abiertamente frente a la persona, o como chismorreo clandestino y furtivo.
El renacimiento en regiones infernales puede ocurrir cuando la calumnia promueve abiertamente un cisma entre la Sanga. Si se renace como humano, no se tendrán amigos y se enfrentará gente agresiva y abiertamente contenciosa. Los desacuerdos brotarán fácilmente, y los subordinados serán problemáticos y rebeldes.

El hablar ásperamente significa usar palabras insultantes para criticar y censurar a otros, y relacionado con esto están las palabras hostiles que humillan. Cualquiera que sea la intención, el hablar ásperamente tiende a despertar el odio en el corazón de los demás. Quienquiera que hable así renacerá en circunstancias malvadas, siendo la peor de éstas la región infernal cuando esas palabras se dirigen hacia un Bodisatva. Y casi tan malo como esto es hablar a nuestros padres o familiares con palabras hirientes. Un proverbio Tibetano dice: “Aunque las palabras no tengan flechas ni espadas, destrozan el corazón en pedazos.” Y aún si el hablar ásperamente no nos conduce a renacer en regiones inferiores, podemos hacerlo en ambientes rocosos, tórridos, entre gente torcida, adonde escucharemos cosas desagradables, y cualquier cosa que digamos causará riñas.

El hablar sin sentido implica hacerlo a tontas y a locas, cotorrear innecesariamente, exponer doctrinas equivocadas, o impartir instrucciones del dharma a alguien que no quiere escucharlas o que no es un receptor apropiado. Una no virtud relacionada es hablar incoherencias y palabras indecentes. Esta modalidad de hablar sin sentido conduce a renacer como animal, o si lo hacemos como humanos, la gente ignorará nuestras palabras y no respetarán nuestras opiniones no importando cuán ciertas o sinceras las expresemos. Un reflejo externo del hablar sin sentido es la necesidad de mudarse a menudo debido a circunstancias inestables.

La codicia es desear apropiarse de la riqueza de otros o de la naturaleza. En forma similar, podemos codiciar las cualidades de otros, como su talento o inteligencia. Y ya sea que codiciemos riqueza o cualidades, el hecho es que no derivamos placer del que alguien más los haya adquirido. Los peores resultados de la codicia ocasionan renacimiento en la región de los espíritus desposeídos, pero si renacemos como humanos, seremos excesivamente avaros, y posiblemente incontinentes. Nuestros deseos serán frustrados y obtendremos exactamente lo opuesto a lo que pretendemos.

La malicia significa odio e intenciones nocivas contra los demás. Surge de ver a los otros como enemigos y entonces albergar hostilidad, del ver a los otros como rivales y albergar envidia, o de ver a los otros como a quien nos ha perjudicado y albergar venganza. La malicia ocasiona renacimiento en la región infernal, pero si encontramos renacimiento humano, seremos una persona despreciable viviendo en un ambiente salvaje, blanco de ataques y paranoia extremada.

Los poseedores de una visión errónea niegan las leyes de causa y efecto, y rehúsan reconocer la autenticidad de los objetos de refugio. Abogan por el eternalismo, el racionalismo ingenuo, el nihilismo y otras doctrinas falsas. La visión incorrecta puede ocasionar renacimiento como animal, o como ser humano de baja perspicacia y poca fe, que vive sin refugio ni soporte espiritual.

Uno de las más decepcionantes consecuencias de la no virtud, es su tendencia hacia la repetición. Por ejemplo, los seres infernales cuyo karma por haber asesinado se ha agotado hasta el punto de liberarlos de su tormento, pueden renacer en la región humana, pero serán niños muy violentos, o víctimas de la violencia, que gozarán torturando mascotas, insectos, y a otros niños, y que pueden asesinar nuevamente cuando ya son adultos. La no virtud crea una afinidad por lo malsano.

LAS DIEZ VIRTUDES

Las diez acciones virtuosas son las opuestas exactas de las no virtudes:
no matar, sino proteger la vida; no robar, sino practicar la generosidad; no ser indulgente en conductas sexuales inapropiadas, sino practicar la moralidad en la sexualidad (fortalecida mediante abstinencia en ciertas fechas sagradas y durante retiros espirituales); no mentir, sino hablar con veracidad; no calumniar, sino hablar armoniosamente; no hablar ásperamente, sino hacerlo con palabras reconfortantes; no hablar sin sentido, sino con discreción y significado; no codiciar, sino regocijarse en la prosperidad y cualidades de otros; no albergar malicia, sino cultivar la buena voluntad; no sostener visiones erróneas, sino fomentar las que son rectas.

Los resultados kármicos son también los opuestos a los de la no virtud: renacemos en la región humana o de dioses en un ambiente agradable y productivo; gozamos longevidad y buena salud; encontramos riqueza y recursos; tenemos un cónyuge bondadoso y leal; escuchamos palabras amables y suaves, de verdad y alabanza; nuestras palabras son bien expresadas y respetadas; nos hallamos con amistades compatibles; obtenemos lo que deseamos; surgen asistentes en nuestra ayuda; contamos con natural perspicacia y comprendemos fácilmente la validez de las doctrinas espirituales.

Así como las acciones no virtuosas fomentan la tendencia a repetirse, también las virtuosas. Practicando la virtud desarrollamos una afinidad por lo que es sano y que se prolonga hacia vidas futuras.

INSTRUCCIONES PARA LA MEDITACION

Primero evalúa completamente tu situación kármica. Sondea las circunstancias de esta vida para discernir los diseños kármicos establecidos en el pasado, y luego revisa tus pensamientos y acciones actuales como indicadores de lo que vendrá. Ningún ser sintiente prefiere el sufrimiento a la felicidad, y aún así, casi todos nosotros creamos las causas de la miseria. Actuamos inconscientes de las consecuencias kármicas, buscando gratificación en el momento, y luego culpamos a nuestra mala fortuna de las circunstancias negativas externas como si éstas representaran ocurrencias azarosas del destino más que los resultados directos de nuestra propia conducta.

Ahora, con resolución, sin la esperanza de evadir los resultados negativos de no purificarse la no virtud, sé testigo honesto de tu propia conducta. Otros podrán ensalzarte por tu buena conducta, pero solamente tú sabes si tus acciones están empañadas por una motivación impura o emociones ponzoñosas. Tarde que temprano tienes que viajar a través del bardo (etapa de transición) después de la muerte, despojado de todo excepto de tu conciencia y de las fuerzas del karma. ¿Porqué embozarte ahora en la hipocresía y las racionalizaciones si deberás mostrarte desnudo entonces? Reflexiona de esta manera, y después reposa tu mente.

Cuando surjan los pensamientos, úsalos para despertar tu compasión. Imagina como las fuerzas kármicas derrotan a los agresores crueles cuando éstos mueren, en la multiplicidad de la agresión que les rebota, en los eones de tortura en las regiones infernales. Piensa en aquellos cuyas vidas permanecen cómodas y neutrales, que extinguen las posibilidades de bienestar futuro al consumir los frutos del buen karma del pasado, y no haber sembrado semillas para obtener más. Contempla las vidas casi desprovistas de oportunidades para actuar con virtud – seres en regiones infernales cuyo tormento los enfurece aún más, espíritus desposeídos cuyos deseos insaciables los obsesionan, animales que depredan por instinto. Cuando el poder de la compasión te motive a aliviar de cualquier manera posible todo el sufrimiento que surge de la ignorancia del karma, relájate en una meditación sin artificios.

Cuando surjan los pensamientos, dirígelos hacia la oración. Implora que todos los seres puedan refinar perfectamente el buen sentido común para saber qué aceptar y qué rechazar. Pide porque cesen de culparse entre todos, y comienza purificando tu propia mente. Implora que mediante la actividad física bien disciplinada, las palabras bien escogidas, y la intención benéfica, puedas crear las causas de circunstancias afortunadas. Pide porque finalmente, podamos todos escapar completamente de éste desconcertante enredo de karma, y entremos en un estado de conciencia prístina. Luego, reposa.

Finalmente, poniendo rienda a tus pensamientos una vez más, comprométete a actuar en concordancia con la más refinada conducta, y a meditar hasta haber establecido la visión más elevada. Luego, reposa de nuevo.

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